miércoles, 31 de octubre de 2018

Testimonios Carmelitas Descalzas de Sabarís (II)

Monasterio de Carmelitas Descalzas en Sabarís.


Al ingresar su hija más pequeña Eva como religiosa en este monasterio de Sabarís, con el nombre de Eva María del Niño Jesús, venía a hablar con ella de temas siempre espirituales, de su vida de oración y de todos esos recuerdos íntimos que tiene ahora sobre él y que la ayudaron muchísimo en los primeros pasos de su vida carmelitana.

Esta actitud orante, tan extraña en nuestros días, llamaba sin duda la atención, pues nuestra actual demandadera llegó a preguntar a la hermana tornera si el padre de la hermana Eva María había sido cura, viéndolo tanto en la Iglesia.

Víctor y Asunción orando en la Iglesia del monasterio.
Una hermana que fue connovicia suya, recuerda que cuando venía con su mujer Asunción a visitar a la comunidad, tras la entrada de su hija, le parecía ver en ellos a los padres de Santa Teresita, él por su aspecto de santo varón y ella por la veneración con la que lo miraba, secundándole en todo y diciendo que sus hijos no sabían lo que era su padre.

Pero también toda esta vida espiritual de intensa piedad se manifestaba en obras continuas de caridad. Era conocido y querido después de tantos años veraneando en el pueblo, por mucha gente de Sabarís, que ciertamente veían en él a un hombre recto y de Dios, yendo a visitar con frecuencia a algunos enfermos, como a la madre de una de nuestras hermanas que estaba encamada y vivía en una aldea de por aquí.

Él era cercano con todos, manteniendo conversación con todos, obreros, demandadera, taxista…

Víctor y Asunción con su nieta Raquel en el monasterio de Sabarís.

Esperando para entrar en el locutorio, también se cruzaba con nuestros sacerdotes y bienhechores, causando en ellos una impresión especial, como lo demuestran estos hechos. En sus primeros años de venir aquí, coincidía a veces con uno de ellos que traía a sus hijos pequeños y que pertenecía al Opus. Nuestro hermano Víctor decía que “el Opus Dei era una gran fuerza de la iglesia, pero que su espíritu ya pertenecía al Carmelo”.

En otra de estas ocasiones, antes de entrar a vernos, se encontró con un sacerdote con el que mantuvo una breve conversación, y éste, al saludar a la comunidad, nos comentó que “ese hombre era un místico” y estaba admirado de él.




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