miércoles, 10 de octubre de 2018

Testimonios Carmen García Rodríguez

Víctor me exhortó a que leyera las obras de Santa Teresa


Siempre hubo una conexión especial entre tío y sobrina, quizá sea porque llevo el nombre del Carmelo, al que Víctor se consagró. Recuerdo que desde siempre me llamaron la atención la austeridad y el marcado desapego de lo material con que vivía Víctor, que se reflejaba, por ejemplo, en su sencillo modo de vestir. También destacaba la profunda paz que de él emanaba, así como la alegría en su mirada y su generosidad.

Aunque sabía de su intensa vida interior y apego a lo espiritual, no fue hasta finales de los años 90 cuando tuve la ocasión de conocer a Víctor en su dimensión espiritual más profunda. Entonces comenzó hablándome de mantener la fe recibida de sus padres y del valor de la oración, y me exhortó a leer, y sobre todo comprender a los grandes místicos carmelitanos Santa Teresa y San Juan de la Cruz.

Monasterio de Batuecas en que experimentó la "Noche oscura".

Con el propósito de que me sirviera, me reveló alguna de sus experiencias espirituales, que me llenaron de asombro que describo a continuación. Me habló de sus imperfecciones humanas y de su conversión, así como de sus sacrificios y su intensa vida de oración, orando por todos, especialmente por la fe de sus hijos. Mencionó las experiencias de ayuno y las noches de oración, en Madrid durante el año y en verano en el desierto carmelitano de Las Batuecas. Allí es donde Víctor tuvo sus vivencias “de noche oscura”, como las denomina San Juan de la Cruz. En ellas “se abrazaba a la cruz de Cristo” y “sentía el dolor profundo de saberse imperfecto y pecador”. Aunque eran días de ayuno y de sufrimiento, experiencias de noche oscura no de llama de amor viva, el fruto de su oración y entrega lo recibía en forma de gracias a lo largo de todo el año. Entre dichas gracias, su profunda fe, la paz de su corazón… y el gran regalo de que su hija pequeña profesara como Carmelita Descalza.

También mencionó, que durante un tiempo tuvo un sorprendente conocimiento de leyes (que nunca había estudiado), lo que le permitió ayudar y asesorar a varios compañeros de Pepsi-Cola, algunos analfabetos; dicha capacidad fue temporal y seguida de un periodo de notable falta de memoria. Al finalizar la conversación, me comentó que no solía hablar de estas vivencias…con lo que valoré aún más que me las hubiera confiado. A partir de entonces, me refería a él como “mi tío el místico”, precisando que era un místico casado y con 7 hijos, pues erróneamente se tiende a pensar que sólo un monje o monja pueden alcanzar tal cercanía a Dios.

S. Juan de la Cruz: "A la tarde de la vida te examinarán en el amor"

A continuación transcribo algunas frases entresacadas de una carta que me escribió en febrero de 1988: “Por mi parte tengo la experiencia de que fallo por todas partes. Cuantas más gracias me da Dios, más me siento pecador, y es que al iluminar mi alma, se ven reflejadas en ella todos mis pecados e imperfecciones, por ello el dolor se hace más profundo. No se sufre por lo que no se conoce, los ateos no se consideran pecadores, y los agnósticos tampoco”.

En dicha carta, en referencia al mundo científico en que me muevo, escribió: “Es muy difícil saber mucho y creerse poco…si sólo tuvieras la ciencia investigadora, me darías pena”, “Vacíate de ti y te llenarás de Dios y aprenderás a amarle como Él quiere ser amado. Te llenarás de los dones del Espíritu Santo y aprenderás ciencia sabrosa, y te verás sorprendida que aprendes lo que no estudiaste”.
Quiero finalizar con una cita de San Juan de la Cruz, a quien Víctor tanto leyó… En concreto con unas palabras que Víctor comprendió y vivió en plenitud a lo largo de su vida y que se escucharon en su funeral en forma de canción: Al final de la vida, me examinarán en el amor.



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