Alipio en la Iglesia de Villota del Páramo. |
“Pura
y yo recordamos muchas cosas desde que le conocimos. Siempre esa sonrisa en los
labios, esa manera de mirar, esa dulzura en sus labios que nos demostraba que
en su corazón no había más que bondad” (Pura y Alipio).
Así
recuerdan a Víctor su prima carnal Pura y Alipio su esposo. Como siempre que le
visitaban les recibía con su agradable sonrisa con la que manifestaba alegría
de verles y de poder compartir con ellos unos momentos de amistad, fueron de
los primos que con más frecuencia le visitaron durante los doce años que vivió
en Velillas del Duque, ya que ellos residían en la vecina villa de Saldaña.
Esa
sonrisa en sus labios y en sus ojos que tan poderosamente les llamó la atención
cuando Víctor estaba en la plenitud de la vida, le trajo a Alipio a la memoria
una anécdota acaecida en su adolescencia, cuando aún vivía la abuela Ramona y a
Víctor le encantaba acercarse a Villota del Páramo para disfrutar de su cariño.
En una de esas visitas nos dice que “Jugando una vez en un carro, uno de
ellos llamado Ramiro se arrengañó y se hizo daño en una pierna. Y fue Víctor,
que también estaba allí el que le metió para adentro para curarle y allí nadie
dijo una palabra.Y Victor se reía. (Pura y Alipio).
Alipio, de espaldas con Pura y su hermano Luis |
Suponemos
que con la expresión “se arrengañó” que no aparece en el diccionario de la Real
Academia de la Lengua, sino que debe tratarse de una expresión local, lo que da
a entender es que se cayó del carro en que estaban jugando y que en la caída se
hizo daño. Lo importante es que, de entre los muchachos que estaban jugando,
solamente a Víctor se le ocurrió cargarle y meterle en la casa para curarle, que
era lo correcto y que además “se reía” cuando los demás adolescentes estaban
muertos de miedo por lo sucedido y por lo que pudieran decirles sus padres.
Es
una buena prueba de que Víctor, ya desde adolescente tenía sentido de la
responsabilidad y de que para él, lo importante era hacer el bien. De ahí su
risa ante el deber cumplido y que esa risa, con el paso de los años haciendo el
bien, se convirtiera en esa sonrisa tan especial que tanto llamó la atención de
los que le conocieron los últimos años de su vida.
Alipio y Pura con familiares en la Iglesia de Villota del Páramo. |
Ya
en ocasiones anteriores hemos destacado la importancia de su sonrisa, hasta el
punto de que un folleto dedicado a dar a conocer su santidad de vida, se
titula: “Víctor, sonrisa de paz”. Pero resulta novedoso que Alipio
recordara esa anécdota que ocurrió cuando ambos eran adolescentes. Algo extraño
tuvo que impactarle ya en ese momento al presenciar el accidente de Ramiro y el
modo de comportarse Víctor para recordarlo después de tantos años y destacar especialmente
su risa diciendo: “y Víctor se reía”, cuando ellos nada hicieron
por Ramiro porque estaban muertos de miedo.
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