miércoles, 17 de octubre de 2018

Florecillas Siempre sonriente

Alipio en la Iglesia de Villota del Páramo.


“Pura y yo recordamos muchas cosas desde que le conocimos. Siempre esa sonrisa en los labios, esa manera de mirar, esa dulzura en sus labios que nos demostraba que en su corazón no había más que bondad (Pura y Alipio).

Así recuerdan a Víctor su prima carnal Pura y Alipio su esposo. Como siempre que le visitaban les recibía con su agradable sonrisa con la que manifestaba alegría de verles y de poder compartir con ellos unos momentos de amistad, fueron de los primos que con más frecuencia le visitaron durante los doce años que vivió en Velillas del Duque, ya que ellos residían en la vecina villa de Saldaña.

Esa sonrisa en sus labios y en sus ojos que tan poderosamente les llamó la atención cuando Víctor estaba en la plenitud de la vida, le trajo a Alipio a la memoria una anécdota acaecida en su adolescencia, cuando aún vivía la abuela Ramona y a Víctor le encantaba acercarse a Villota del Páramo para disfrutar de su cariño. En una de esas visitas nos dice que “Jugando una vez en un carro, uno de ellos llamado Ramiro se arrengañó y se hizo daño en una pierna. Y fue Víctor, que también estaba allí el que le metió para adentro para curarle y allí nadie dijo una palabra.Y Victor se reía(Pura y Alipio).

Alipio, de espaldas con Pura y su hermano Luis

Suponemos que con la expresión “se arrengañó” que no aparece en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, sino que debe tratarse de una expresión local, lo que da a entender es que se cayó del carro en que estaban jugando y que en la caída se hizo daño. Lo importante es que, de entre los muchachos que estaban jugando, solamente a Víctor se le ocurrió cargarle y meterle en la casa para curarle, que era lo correcto y que además “se reía” cuando los demás adolescentes estaban muertos de miedo por lo sucedido y por lo que pudieran decirles sus padres.

Es una buena prueba de que Víctor, ya desde adolescente tenía sentido de la responsabilidad y de que para él, lo importante era hacer el bien. De ahí su risa ante el deber cumplido y que esa risa, con el paso de los años haciendo el bien, se convirtiera en esa sonrisa tan especial que tanto llamó la atención de los que le conocieron los últimos años de su vida.   

Alipio y Pura con familiares en la Iglesia de Villota del Páramo.

Ya en ocasiones anteriores hemos destacado la importancia de su sonrisa, hasta el punto de que un folleto dedicado a dar a conocer su santidad de vida, se titula: “Víctor, sonrisa de paz”. Pero resulta novedoso que Alipio recordara esa anécdota que ocurrió cuando ambos eran adolescentes. Algo extraño tuvo que impactarle ya en ese momento al presenciar el accidente de Ramiro y el modo de comportarse Víctor para recordarlo después de tantos años y destacar especialmente su risa diciendo: “y Víctor se reía”, cuando ellos nada hicieron por Ramiro porque estaban muertos de miedo.

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