miércoles, 19 de septiembre de 2018

Testimonios José Francisco (III)

P José Francisco con su hermano Marcos en el colegio carmelitano.


Recuerdo que en sus cartas, su gran preocupación era por la vida que llevaban algunos de sus hijos, ya mayores de edad, tan distinta a la suya en cuanto a su religiosidad se refiere, pues como quería tanto a Dios y quería tanto a sus hijos, quería que sus hijos quisieran a Dios como él le quería y así se lo pedía al Señor con muchas lágrimas. Yo le animaba siempre a confiar en el Señor, pues Dios nunca deja de escuchar una petición hecha con tanta fe, con tanto amor y con tantas lágrimas.

Estando yo ya de vuelta en España. Fui destinado a Valladolid y al vivir tan cerca de él (él vivía en Velillas del Duque (Palencia) y luego en Medina del Campo y yo en Valladolid), nos veíamos de vez en cuando. Más tarde fui destinado a nuestro convento de Vigo, desde donde yo le llamaba periódicamente ya que él, para entonces, había perdido la memoria.


P. José Francisco con la familia de Víctor en la profesión de su sobrino José.

Al preguntarle cómo se encontraba, siempre hacía alusión a su pérdida de memoria, no como una queja, pues había ofrecido gustoso a Dios su enfermedad, sino porque esa era su realidad. Entonces yo le decía siempre: ¿Y de Dios también te has olvidado? A lo que me respondía siempre con todo entusiasmo: ¡Eso nunca! Dios fue, en efecto, el todo de su vida desde su conversión hasta el final de su vida.

Aprovechando que una de sus hijas estaba veraneando en Sabarís (Pontevedra), le llevaron a Sabarís, donde estaban y siguen estando de carmelitas descalzas una hija y una nieta suyas, para que su hija y su nieta carmelitas descalzas le vieran por última vez antes de morir.

P. José Francisco en casa de Víctor en Velillas del Duque.

Como yo vivía en Vigo, y Sabarís queda a unos kilómetros de Vigo, fui un día a estar y a comer con él y su familia y después de comer y de pasar varias horas de sobremesa hablando de recuerdos familiares, por si lograba acordarse de algo, en un momento de la conversación se me ocurrió a mí decir que yo estaba muy contento de estar con un hermano al que yo tanto quería. A lo que él respondió de inmediato: “Y yo también a ti”.

Esta respuesta nos dejó asombrados, porque si yo le hubiera dicho: te quiero mucho, ya era mucho que respondiera, y yo también a ti, pero lo que yo le dije fue que estaba muy contento de estar con un hermano al que quería tanto, y lo extraño es que se diera por aludido de que era él el hermano al que tanto quería. A momentos tenía ráfagas de conocimiento y ese fue uno de ellos. Lo cierto es que oírle decir lo que me dijo, me hizo mucha ilusión y lo recuerdo como un hermoso recuerdo.





No hay comentarios:

Publicar un comentario