miércoles, 22 de agosto de 2018

Habla Víctor. Cambio de vida.


Claro empecé a ver el camino errado que había dejado.


Al cambiar de vida, de luz me llenó. Claro empecé a ver el camino errado que había dejado. Gracia sobre gracia sobre mí derramó. Por eso todo cambió. Poco a poco me enamoró. En todo, la Virgen medió.

Al  cambiar de vida, de luz me llenó. Víctor insiste una y otra vez en el cambio radical en su vida sucedido en el momento humanamente más difícil de su vida, el del fracaso económico con una familia a la que tenía que sacar adelante.

Hay un antes y un después de ese acontecimiento. El antes de Víctor fue el de un cristiano normal, tirando a piadoso y cumplidor de sus compromisos cristianos, amigo de todo lo bueno, pero a la vez muy satisfecho de sí mismo y de lo que iba consiguiendo en su vida. Y un después de perderlo todo, en que cayó en la cuenta de que de nada servían sus cualidades y sus proyectos, pues todo dependía de Dios. Y en Dios puso toda su esperanza.

Poco a poco, -Cristo- me enamoró.
Claro empecé  ver el camino errado que había dejado. El Señor le hizo ver que por confiar en sí mismo y en sus capacidades, no pudo evitar el fracaso, pero a la vez le hizo ver que la verdadera felicidad, no está en la abundancia de los bienes materiales, donde él la buscaba, sino donde Dios la ha puesto, que es en vivir según el espíritu de las bienaventuranzas. Por eso empezó a ver con claridad que había seguido un camino errado y optó por el Señor le ofrecía.

Gracia sobre gracia sobre mí derramó. Bastó que reconociera su error y se pusiera incondicionalmente en manos del Señor y se fiara de Él, para que derramara todas sus bendiciones y le llenara de felicidad auténtica. En adelante tuvo que trabajar para sacar adelante a su familia como lo habían hecho San José en el hogar de Nazaret, pero ya no para acumular o gozar de un mayor bienestar y prestigio, sino para cumplir con su misión de padre solícito. Y fueron tantas las gracias que el Señor derramó, que se sintió mucho más feliz que cuando nadaba en la abundancia y podía permitirse el lujo de satisfacer sus caprichos.

En todo la Virgen medió.
Por eso todo cambió. Nada que ver la estrechez de la casa en Madrid, en la que Asunción no veía donde colocar a la última hija que esperaba, con la holgura de su hogar en Medina. Y sin embargo, ¡qué felicidad tan inesperada! Se fió de Dios y Dios no le defraudó.

Poco a poco me enamoró. Aunque la conversión tuvo un momento decisivo al caer en la cuenta de que todo lo humano puede fracasar y lo único seguro es Dios, sin embargo el camino iniciado fue largo hasta llegar al enamoramiento o entrega total a Dios.

En todo, la Virgen medió. Siempre atribuye todo lo bueno que va sucediendo en su vida a la presencia  y a la ayuda de María. ¡Qué confianza tan ilimitada en María! Y nunca se vio defraudado.


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