sábado, 25 de agosto de 2018

Florecillas. Sea lo que Dios quiera.

Víctor ya muy enfermo con su esposa Asunción.


“A causa de los grandes esfuerzos físicos que realizaba en el trabajo, Víctor contrajo una enfermedad grave de corazón. Entonces fue al cardiólogo y este, después de reconocerle, le dijo que tenía que operarse, pues todos los que estaban como él, según las estadísticas, no solían vivir más de un año. Él le dijo que no se operaba; que fuera lo que Dios quisiera. Por aquel entonces tendría 62 años y murió a los 87. Es decir, que el médico le dio de vida un año y Dios se la dio 25 años más” (Daniel Colorado).

Durante varios años de los que trabajó en la Embotelladora de Pepsi Cola, en  la revisión médica anual que la empresa realizaba a sus empleados para comprobar si podían o no desempeñar el trabajo para el que se les había contratado, el informe médico de Víctor siempre se reducía a la palabra: “Satisfactorio”.

Confió más en el Señor que en operarse.

Pero el esfuerzo continuo, acrecentado por las horas ocho horas extras que hacía en cada jornada para sacar adelante a su arruinada familia, y una vez conseguido este objetivo  para ayudar a los pobres, fue minando su salud y provocándole taquicardias cada vez más frecuentes e intensas que presagiaban males peores.

Al notar los primeros síntomas, para no alarmar a su esposa ni a sus hijos, llevaba siempre consigo un escrito en que indicaba que, en caso de sucederle algo grave imprevisto, avisasen primero a su hermano José Francisco. Sabia decisión, para mitigar las angustias y sufrimientos que suelen causar las primeras noticias alarmantes. Ya se encargaría el P. José Francisco de hacerlo con delicadeza.

Cuando ya no fue posible ocultar sus problemas, tuvo que acudir a un cardiólogo que le diagnosticó “Cardiopatía isquímica con prueba de esfuerzo positiva para bajas y cargas y con talio positivo en cara anterior. Taquicardia parosística supraventricular controlada con medicación”.
Confió más en el Señor que en operarse.
Ante semejante diagnóstico, el doctor le aconsejó que se diera de baja en el trabajo y que, dada la gravedad de la situación, se operase del corazón lo antes posible. Víctor, consciente de que si se operaba debía dejar inmediatamente el trabajo con el que mantenía a su familia y que no podría recuperarlo, prefirió ponerse en manos de Dios providente que velaría por su familia. De ahí su respuesta: “Que no se operaba, que fuera lo que Dios quisiera”. Confió en Dios y Dios no le defraudó.

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