miércoles, 8 de agosto de 2018

Testimonios. Ignacio Rodríguez Afuera.

El niño Ignacio con un juguete.

Es seguramente el nieto que más tiempo compartió con Víctor por ser el que vivía más cerca del abuelo, por lo que las visitas que le hacía eran frecuentes. Por diversos motivos, no pudo dar su testimonio para el homenaje que los demás nietos hicieron a la abuela Asunción Merino, pero quiso posteriormente unirse a ese homenaje con este testimonio breve, pero muy sincero y lleno de cariño y gratitud.

Los recuerdos que tengo de mi abuelo Víctor, puedo decir que son todos buenos y que me transportan a una infancia muy feliz.

Cuando era pequeño, todos los días caminaba hasta mi casa para pasar un rato conmigo. Siempre traía monedas en el bolsillo, pues le encantaba verme la cara de alegría que yo ponía cuando me las daba para chuches.

Ignacio con su abuelo Víctor saliendo de una pastelería.

Tengo unos recuerdos buenísimos de cuando estaba en Velillas. Por la mañana siempre me llevaba al río de paseo y a la fuente a por agua para que yo le diera la manivela; después de comer descansábamos y por las tardes rezábamos el rosario. Cuando venía Don José, el párroco de Velillas, al cual quería también mucho, me llevaba el abuelo y me dejaban tocar las campanas antes de la misa.

Cuando vinieron mis padres a buscarme y llegamos a casa, se pusieron muy contentos, pues todas las noches iba a mi habitación, me arrodillaba y no me acostaba hasta que no terminaba de rezar.

Ignacio con su madre, los abuelos y un familiar.

En Sabarís, también íbamos a ver a las monjitas, que cuando íbamos durante un ratito, salían todas para ver a los abuelos; bueno y a mí, pues se reían mucho y decían que era muy espontáneo.

Como ya hacía mucho tiempo que no le veía, fue durísimo verle cómo se había deteriorado; fue dos días antes de morir. Estoy seguro de que él se lo pedía continuamente a Dios, pues ya se le hacía tarde reunirse con él”.



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