miércoles, 21 de marzo de 2018

Testimonios Begoña (VIII)

Víctor ya con alzheimer llevando su enfermedad con paz y alegría.

Varias veces oí estas palabras de sus labios: Sé que la muerte es muy dura y hay que pasarla solo, al tiempo que manifestaba la certeza de su fe de confiar y saber que Jesucristo y María estarían acompañándole en el trance a la eternidad.

En el primer período de la enfermedad, cuando ésta comenzó a tener sus primeras manifestaciones de pérdida de memoria, antes que supiésemos que papá tenía Alzheimer, su médico le recetó una medicina para la memoria que tenía que tomar varias veces al día. Después de llevar un tiempo tomando la medicina dejó de hacerlo, porque entre los efectos secundarios de dicha medicina, uno de ellos producía excitación sexual y prefería quedarse sin memoria que faltar a la pureza. Puede ser que él se lo achacara a la medicina y que fueran otras las causas las que le produjeron la excitación sexual. Lo cierto es que él pensó que era por esa causa y por eso dejó de tomar la medicina, pues para él era más importante vivir en gracia de Dios que quedarse sin memoria, con dolerle tanto como le dolió su pérdida de memoria.
 
Víctor prohibió a sus hijos y amigos jugar al póker por dinero.
Como carmelita descalzo seglar, tenía votos según su condición de esposo y padre de familia, de castidad matrimonial que vivió cristianamente con su esposa, abiertos siempre ambos a la vida y aceptando los hijos que Dios les dio, que fueron diez. A todos nos bautizaron lo más pronto posible por lo que suponía para ellos la vida sobrenatural para sus hijos, ya que ésta se recibe por medio del sacramento del bautismo.

Recuerdo que, antes de que se casaran sus hijos, los domingos, cuando estábamos en casa, se rezaba el Rosario. Era durante el descanso del futbol, así nadie se escapaba.
Cuando los hijos mayores ya no vivían en casa, era los domingos cuando se celebraba el cumpleaños de los miembros de la familia. A veces, después de comer se ponían a jugar a las cartas. A veces también se encontraba algún amigo de mis hermanos mayores. En una de estas reuniones se pusieron a jugar al póker por dinero. Papá se enojó mucho y prohibió jugar en casa nunca a ese juego ni a ningún otro juego por dinero.
 
Begoña con sus padres en Móstoles.
Víctor tenía un completo despego al dinero. Personalmente nunca vi a papá comprarse ropa. Siempre decía que tenía suficiente ropa hasta que se muriese. Era mamá la que tenía que estar siempre detrás de él para que se comprara algo siendo ella la que se encargaba de hacerlo, incluidas las zapatillas de andar por casa. Él daba importancia a lo esencial. Como cuando en la preparación de mi primera comunión, que todo fue sencillo. El vestido que me compraron mis padres fue un vestido normal de vestir, no uno de primera comunión. Lo importante era recibir el sacramento.

Víctor, no criticaba ni murmuraba ni hablaba mal de los demás. Era un hombre silencioso, callado, muy paciente, austero, generoso, tenía dominio  sobre sí mismo. En él se podían apreciar claramente los dones del Espíritu Santo.

Son muchas las personas que podían dar testimonio de su bondad, de su sabiduría divina y de su santidad. Todos aquellos a quienes Dios puso en su camino y a quienes él ayudó. Lo hizo viendo siempre a Cristo en ellos y considerándoles como verdaderos hermanos.




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