miércoles, 7 de marzo de 2018

Testimonios Begoña (IV)


Tu padre es un santo. Son las palabras que Begoña recuerda de su primera confesión.

Papá se ocupaba también con gran celo de nuestro bienestar espiritual. Buscaba el máximo bien, la salvación de sus seres queridos tratando siempre de ayudar a que todos se acercasen a Dios, procurando ayudar en todas las necesidades espirituales.
A la edad de siete años, fue mi padre quien me llevó a confesarme antes de recibir la Primera Comunión. Me llevó a que hiciera mi primera confesión con el sacerdote que era su confesor. Sólo recuerdo una cosa de aquel día. Las palabras que me dijo el sacerdote: Tu padre es un santo. Tienes un padre que es un santo. Papá tenía entonces 46 años. A mí me quedaron grabadas esas palabras que entonces no entendía su significado.

En distintas ocasiones, queriéndole regalar algún obsequio con motivo del día del padre o por su cumpleaños, le preguntaba qué quería que le regalase, a lo que él siempre respondía: Que te confieses.

Encargaba las Misas Gregorianas por familiares y amigos fallecidos.

Se ocupaba del bien espiritual, no sólo de los vivos, sino también de los difuntos. Siempre encargaba que se celebrasen por los familiares fallecidos las misas gregorianas, que encargaba que se celebrasen en algún monasterio. Su prioridad era siempre la salvación de las almas.

Recuerdo siendo niña que, cuando falleció mi abuelo materno, fue papá uno de los que ayudó a cavar la fosa del abuelo Martín. No faltó en su vida la práctica de ninguna de las obras de misericordia por amor a Dios.  Su fidelidad a Jesucristo, pobre y humilde, le llevó a optar por la radicalidad en la entrega en todos los aspectos de la vida, entrega radical vivida con la gran generosidad, paz y bondad que reflejaba su rostro.
El tiempo que daban de descanso a los trabajadores, él lo ocupaba en orar. Renunció a un ascenso en la empresa donde trabajaba, porque esto le impedía orar en el tiempo de descanso.

 
A  todos sus enemigos perdonó, como Juan Pablo II
Mucho sufrió en la fábrica donde trabajaba a causa de sus compañeros. En alguna ocasión llegó a ser amenazado. Durante un período de tiempo fue delegado de personal, siendo representante de los trabajadores, buscaba siempre defender los intereses laborales de sus compañeros. Cuando los sindicatos comenzaron a introducirse en las empresas, Víctor dejó el cargo de delegado de personal. Según el testimonio de algunos de sus compañeros, él miraba más por el bien de los trabajadores que los sindicatos. Nunca fue a la huelga, buscando solucionar los conflictos por otra vía, incluso cuando se quedó sin trabajo al quebrar la empresa en que trabajaba.


A los compañeros que tanto sufrimiento le causaron, nunca dejó de ayudarles cuando lo necesitaron. Fueron muchos los que acudieron a él a pedirle consejo y ayuda cuando lo necesitaban. A algunos de sus compañeros les ayudaba a hacer la declaración de la renta. Como buen cristiano amó siempre a los que mal le hicieron y nunca les negó su ayuda. Burlas, risas y menosprecios no le faltaron a Víctor de sus compañeros. A todos los amó con amor cristiano.




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