Begoña como religiosa Misionera de la Caridad con su padre y familiar |
También
Víctor y Asunción hospedaban en su casa a personas que pasaban por el pueblo
cuando vivían en Velillas.
Cuando
yo sentí la vocación de misionera, fue mi padre el que me acompañó a las
Misioneras de la Caridad. Papá preguntó todo lo referente a la vida que
llevaban las religiosas: horarios, cuántas horas dedicaban a la vida de
oración, que tipo de oración hacían, cuántas horas dormían, comidas, trabajo.
Entendía perfectamente la vida religiosa. De la misma manera fue papá quien
explicó a su hija Eva qué tipo de vida se llevaba en el Carmelo cuando esta
decidió entrar en la clausura del Carmelo. Papá siempre nos aconsejaba que
nunca dejáramos la oración, pasara lo que pasare.
Víctor
estuvo asistiendo durante año y medio al Centro de Día de la Cruz Roja en
Medina del Campo. Fue una penitencia y purificación para él. Cada día, cuando
mi madre le preparaba para llevarle al minibús que le pasaba a recoger, él
preguntaba si había misa y cuándo iban a misa. Cuando veía al bus acercarse,
decía a su esposa: Tú te quedas, yo me voy, agarrándola muchas veces con fuerza
de la mano.
El
último mes y medio de su vida, lo vivió en una residencia geriátrica.
Fue obligado llevarle allí en contra de la voluntad de su esposa, pues ni su
esposa ni ninguno de sus hijos podía ofrecerle los cuidados que él necesitaba.
Allí fue donde Nuestro Señor fue a buscarle para llevarle con Él, para
premiarle todo lo que había hecho por amor suyo. El 21 de febrero de 2012 nos
llamaron por teléfono para decirnos que había fallecido. Murió de la misma
manera que había vivido. Escondido en Cristo.
Víctor
estuvo encamado tres días antes de su muerte. Le habían puesto una sonda
nasogástrica para administrarle alimento. Tenía desde hacía varios años una bolsa
de diuresis.
La
residencia donde falleció, se encuentra situada a las afueras del pueblo. Murió
como Jesús, a las afueras de la ciudad. Murió de madrugada y se encontraba
solo, sin ninguna compañía humana, ni de sus familiares. Dios no permitió que
le acompañara ningún ser querido, a pesar de que a diario recibía la visita de
su esposa y nunca faltaban, en los fines de semana, la presencia de sus hijos y
sus nietos que venían desde Madrid a visitarle.
Fue
la noche del 21 de febrero, cuando el Señor se llevó a la casa del Padre a
premiarle tanto como había hecho por amor suyo. Falleció por la noche, sólo
con Jesús y María.
Dios
eligió venir a buscarle de noche, de madrugada, como cuando en casa hacía
oración o estaba ante el Santísimo el 21 de cada mes siendo adorador. Nadie
presenció su muerte. El que había vivido solo para Dios, en silencio y
soledad, en silencio y soledad murió. Solo con Dios.
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