Cliente usando su cuenta bancaria. |
Como albergaba el deseo de ser verdaderamente pobre, no quiso
que la cuenta bancaria de la familia figurase a su nombre, motivo por el que
aparecían como titulares mi madre y uno de mis hermanos, hasta que llegó el
tiempo de la jubilación y no le quedó más remedio que ponerla a su nombre para
poder recibir las prestaciones (Eva).
Durante los años que trabajó como peón en la Embotelladora de
Pepsi-Cola, recibía el sueldo al contado al final de cada mes y se lo entregaba
íntegro su esposa, que era quien lo administraba. Pronto se vio la necesidad de
abrir una cuenta en el banco para depositar lo poco que se podía ahorrar, para
evitar los problemas de las pérdidas o de los robos, pero como Víctor se había
identificado con la pobreza evangélica, se negó a ser el titular de esa cuenta bancaria
de la familia.
Su desprendimiento del dinero era tal, que a veces dejaba el
sueldo durante días en la taquilla que tenía en la fábrica para dejar sus cosas
y que no cerraba con llave, exponiéndose a que se lo robasen, algo que no
sucedió porque el Señor fue providente. Otras veces lo metía en un bolsillo de
los pantalones y se olvidaba de ello hasta que su esposa le preguntaba si no le
habían pagado.
Su desprendimiento del dinero fue tal, que hasta para las
obras de caridad tenía que acudir a su esposa para poder realizarlas. Sin duda
que fue un contratiempo para él tener que figurar en una cuenta bancaria al ser
requisito indispensable para recibir su jubilación, a la que no podía
renunciar, pues de esa jubilación dependía el mantenimiento de su hogar.
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