Víctor y Asunción con sus siete hijos. |
Recuerdo que antes que se casaran sus hijos, los domingos,
cuando estábamos en casa, se rezaba el Rosario. Era durante el descanso del
fútbol, así nadie se escapaba. (Begoña).
Los hijos mayores de Víctor, a medida que terminaban sus
carreras universitarias y encontraban trabajo, se independizaban aún antes de
casarse, pero acudían con frecuencia al hogar paterno, especialmente los
domingos. Los varones eran muy aficionados al fútbol y no se perdían de ver
ninguno de los que televisaban.
Qué alegría sentía Víctor con la presencia de todos sus hijos
en el hogar. Ese día había comida especial, y su esposa Asunción, muy buena
cocinera por cierto, se esmeraba en ofrecerles sus platos preferidos, que todos
sus hijos recuerdan y añoran hoy día. Víctor no se cansaba de dar gracias a
Dios por los hijos que le había concedido.
Pero si disfrutaba viendo a todos sus hijos juntos y alegres
en el hogar, más deseaba que permanecieran fieles a los principios y a las
prácticas religiosas que desde niños les había inculcado de palabra y con el
ejemplo, para que consiguieran la felicidad que solamente el Señor les puede
conceder. Por eso aprovechaba el cuarto de hora que hay entre la primera y la
segunda parte de los partidos de fútbol, para rezar en familia el Rosario con
todos los hijos, tanto con los que aún permanecían el hogar, que lo rezaban
todos los días, como con los que ya vivían fuera del hogar.
Aprovechaba esa oportunidad para suplicar a María que
protegiera y defendiera a sus hijos en los peligros que ya se presentaban en sus
vidas.
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