Jesús tratando con dulzura a la mujer adúltera para lograr su conversión. |
Que mi amor sea suave, delicado, que con finura me acerque a
ti, ha de ser fuerte y generoso buscando el sacrificio, aceptando todo el dolor
que pueda llegarnos. La dulzura, es la flor de la caridad. Jesús en la cruz
expirando trató con dulzura a los que le rodeaban. Tengo que tratar dulcemente,
a los que me desprecian y murmuran de mí. No debe inmutarse mi corazón, antes
al contrario, se mostrará agradecido, se adaptará a toda clase de personas.
Esto no quiere decir que comparta sus ideas ni sus comportamientos; con
dulzura, pero con firmeza se debe de defender las verdades de la fe.
Leyendo estos párrafos, comprobamos la coincidencia con lo
que dice San Pablo en el capítulo 13 de la Primera Carta a los Corintios acerca
de la primacía de la caridad sobre las demás virtudes, pero concretando en la
palabra DULZURA lo más exquisito de esta virtud.
En el diccionario encontramos esta definición de dulzura: Afabilidad,
suavidad o bondad que expresa o denota una persona: dulzura de carácter, hablar
con dulzura. Y en plural, es decir, “dulzuras”, la define como, palabras
o expresiones cariñosas.
La dulzura es la flor de la caridad.
Jesús en la cruz expirando trató con dulzura a los que le rodeaban. Estas palabras de Víctor acerca de
la dulzura como la mejor expresión de la caridad, son de antología y para
enmarcar.
Unas palabras de Santa Teresa dirigidas a las carmelitas, nos
ayudarán a valorar y comprender lo que aquí nos dice Víctor.
“Hermanas, todo lo que pudiereis sin ofensa de Dios,
procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os
trataren, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y
tratar, y no se atemoricen y amedrenten de la virtud. A religiosas importa
mucho esto: mientras más santas, más conversables con las hermanas; y que
aunque sintáis mucha pena, si no van sus pláticas todas como vos las querríais
hablar, nunca os extrañéis de ellas, si queréis aprovechar. Que es lo que mucho
hemos de procurar: ser afables y agradar y contentar a las personas que
tratamos” (C. 41,7).
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