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San Juan de la Cruz, el gran maestro de Víctor. |
Puedo hacer obras inmensas de misericordia, incluso dar mi
vida, si no tengo caridad nada soy. Los actos ocultos de amor son muy
preciosos. Si comprendo esta verdad, me fijaré siempre en la caridad. No es
necesario que el amor sea sensible, antes bien, solamente con la voluntad
puedes amar a Dios, esta te obligará a ejercitarte más cuando falta la
sensibilidad. Solamente en servir al Amado desea el alma que ama con voluntad.
Dice San Juan de la Cruz: La voluntad por la operación se une a Dios, y termina
en Él y no por el sentimiento que se sienta como fin y remate, por este el alma
se puede sentir abajada y ser causa de hacer más intensa la operación de la
voluntad. Por eso Dios pone al alma en aridez y sequedad para que vaya a Él
solamente por la voluntad. El hambre y sed de solamente Dios, es verdaderamente
unitivo. Esta forma de amar te hará salir de lo más hondo en tu yo, para
arrojarte enteramente en Dios. (Víctor)
Comienza Víctor recordando, con palabras de San Pablo, que
sin amor, las demás obras, por muy heroicas que sean, no sirven de nada, para
inmediatamente añadir que el amor, no solamente es lo único que agrada a Dios y
que permanecerá siempre, aun en el cielo, sino que además, (siguiendo la
doctrina de San Juan de la Cruz), nos puede llevar a la unión con Dios aun en
esta vida, de tal manera, que “el alma más parece Dios que alma, y aun es
Dios por participación” (2 Subida 5, 7).
Pero a esta unión,
añade San Juan de la Cruz, no se llega sino después de largas purificaciones: “En
acabándose de aniquilarse y sosegar sus potencias, pasiones, apetitos y
aficiones de mi alma, con que bajamente sentía y gustaba de Dios, salí del
trato y operación humana mía a operación y trato con Dios…Y mi voluntad salió
de sí, haciéndose divina, porque, unida en el divino amor, ya no ama bajamente
con su fuerza natural, sino con fuerza y pureza de Espíritu Santo, y así la
voluntad ya acerca de Dios no obra
humanamente… pues todas las fuerzas y
afectos del alma, por medio de esta noche y purgación del viejo hombre, todas
se renuevan con temples y deleites divinos” (2 Noche, 4, 2)