sábado, 6 de marzo de 2021

Habla Víctor Oración contemplativa (III)

Transverberación de Santa Teresa.


Al llegar a estas alturas de la vida de oración, de la que habla Víctor, pueden surgir algunos fenómenos extraordinarios, que no constituyen la santidad, pero que pueden ser útiles para la persona que los recibe por su función purificativa e iluminativa y por el testimonio que puede dar a los demás.


En cada fenómeno místico, según el P. Jesús Castellano, en un estudio sobre la oración en Santa Teresa, podemos distinguir tres elementos: A) Una gracia interior, B) una repercusión psicológica y C) un efecto moral.

 

A) La gracia interior es el elemento más importante. Esta gracia puede ser: de iluminación, pues Dios la instruye y la hace penetrar interiormente la verdad; de purificación, pues purifica desde lo más hondo del ser los sentimientos y actitudes; y de fortaleza, pues la prepara para las grandes pruebas que ha de realizar para su gloria.

 

Impresión de las llagas de Cristo
a San Francisco

Todas estas gracias pueden revestir distintas formas: Iluminación: por medio de fenómenos visivos, o auditivos, o por una enseñanza infusa, serena y tranquila infundida por Dios. Purificación: por repercusiones somáticas, como ímpetus, éxtasis, heridas de amor, o por medios ordinarios, como contradicciones, sufrimientos. Fortaleza: a través de fenómenos extraordinarios, como heridas de amor y transverberación, o por una infusión serena y profunda de paz, amor, fortaleza.

 

B) Repercusión psicológica. Pueden darse fenómenos visivos, bien mediante visión corporal, visión imaginaria o visión intelectual; Locuciones, bien mediante palabras oídas, bien palabras no oídas pero entendidas, y fenómenos corporales como éxtasis, cuando el alma sale fuera de sí, o heridas de amor mediante una infusión purificadora con sufrimiento físico o interior.

 

C) Efecto moral: Cada gracia es transformante; infunde en el alma las virtudes o las corrobora; prepara a grandes empresas. Los efectos principales de las gracias místicas son: Fortaleza para sufrir y trabajar por Dios; caridad desbordante para servir a la Iglesia; humildad para conocer a Dios y conocerse interiormente.

 

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