Jesús bendiciendo y multiplicando el pan para dar de comer a una multitud. |
En una ocasión fue a pedir a la casa una mujer y la
preguntó si tenía para comer aquel día. Ella le dijo que no. Entonces me dijo a
mí: Anda, prepárala comida y se la das, como así lo hice con todo gusto
(Asunción).
Una y otra vez tenemos que destacar la predilección de
Víctor por los pobres en los que veía a Cristo y por eso les trataba siempre
con amor y les socorría según sus posibilidades, pero siempre compartía con
ellos su propia pobreza.
El caso de que nos habla su esposa Asunción, es uno de los
numerosos que podrían confirmar muchos pobres testigos de su generosidad.
Cuando se encontraba con pobres mendigando por la calle, o a la entrada de las
iglesias, siempre les ayudaba con su limosna, pero cuando se acercaban a su casa,
les ofrecía algo de comida.
Mendigo sonriente al recibir el pan que le ofrecen.
Esta costumbre de dar comida a los que se acercaban a su
hogar, la adquirió desde niño en la casa paterna en su pueblo de Quintanadiez
de la Vega, donde se afincó una familia numerosa que vivía de la mendicidad.
Casi todos los días se acercaba alguno de los niños de esa familia, que se
presentaba diciendo: “Ave María purísima”.
A la que se contestaba: “Sin pecado concebida”. E inmediatamente añadía: “Una limosna por
amor de Dios”. Y nunca se le despedía con las manos vacías. Pero no se le daba
dinero, sino algo de comida, bien fuera pan, legumbres, vegetales, carne, etc.
Esa costumbre la mantuvo Víctor hasta el fin de su vida.
Siempre que se acercaba a su casa alguien con hambre, no dudaba en darle de
comer. Puso en práctica lo que el Señor nos dice en el Evangelio de San Mateo:
“Tuve hambre y me disteis de comer”
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