miércoles, 24 de marzo de 2021

Florecillas. Enterrar a los muertos

Sepultura pobre, como deseaba Víctor que fuera la suya.


Cuando murió el señor que nos había comprado el comercio de alimentación que teníamos en Medina del Campo, como su casa la tenía detrás del establecimiento y era muy pequeña, viendo que no reunía condiciones para el velatorio, sin que ni siquiera se lo pidieran, ofreció a la familia su propia casa para que hicieran en ella el velatorio, e incluso él mismo llevó a hombros al difunto de su casa a la nuestra, para que allí le velaran (Asunción).

“Enterrar a los muertos” figura entre las obras de misericordia. A primera vista parece superfluo que enterrar a los muertos figure entre las obras de misericordia, porque, de hecho, a todos se les entierra con más o menos dignidad.

¿Por qué es importante dar digna sepultura al cuerpo humano? Porque ha sido el alojamiento del alma y del Espíritu Santo, como nos recuerda San Pablo: Sois templo del Espíritu Santo (1 Cor 6, 19), y porque nuestro último destino no es la corrupción, aunque esa sea la consecuencia del pecado: Recuerda que eres polvo y al polvo volverás (Gen. 3, 19), sino la resurrección, la vida y la glorificación para siempre.

El mejor ejemplo es el de Jesús, tan pobre, que al morir no tenía ni para su sepultura, pero José de Arimatea pidió a Pilatos su cuerpo, le embalsamó con ungüentos y le sepultó en su propia tumba con todo cariño, amor y delicadeza (Jn. 19, 38-43).

 

Sepultureros enterrando a un difunto

Víctor, participó en los entierros de familiares y amigos no sólo orando por ellos, sino llevándolos sobre sus hombros mientras las fuerzas se lo permitieron, e incluso cavando su fosa, como en el caso de su suegro Martín, como nos testifica su hija Begoña: “Cuando falleció mi abuelo materno, fue papá uno de los que ayudó a cavar la tumba del abuelo Martín. No faltó en su vida la práctica de ninguna de las obras de misericordia por amor a Dios”.

En los pueblos, donde no había sepultureros, cuando alguien fallecía, los familiares se encargaban de preparar la sepultura. Para ello tenían que cavar en el cementerio un espacio de tierra con suficiente amplitud y profundidad para poder depositar el ataúd y luego cubrirlo con la misma tierra que habían sacado. Esto es lo que hizo Víctor con su suegro Martín para darle digna sepultura.


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