miércoles, 28 de octubre de 2020

Habla Víctor. Oración mental (II).

San Juan de la Cruz: Noche oscura del alma.


Por falta de costumbre, al inicio del ejercicio de mente y corazón, la oración es muy aburrida; la naturaleza se resiste a que se la reste imaginación, a la que está acostumbrada e inclinada. Hay que armarse de valor para continuar. En los principios, se hace el tiempo largísimo, pareciendo imposible para sí este ejercicio. Cualquier trabajo se aceptaría con agrado a cambio de irse del coro. Es muy práctico en esta situación valerse de alguna oración vocal de la que se haya sacado provecho anteriormente. Poco a poco irá aprovechando y sin ser sensible, se percatará del beneficio que la reporta. Así, unas veces discurriendo, otras meditando etc., irá sacando gusto de todo ello. 

Habla de su experiencia que suele ser muy corriente. Acostumbrado a la oración vocal, cuando al hacerse carmelita descalzo seglar y leyendo a San Juan de la Cruz se dio cuenta de la importancia de la oración interior en silencio, sin palabras, sino con la mente y el corazón centrados en el amor misericordioso de Dios, al no estar acostumbrado, le resultaba muy aburrido y el tiempo interminable. Pero convencido de que era el camino cierto para llegar a tener una experiencia única del amor que Dios nos tiene, supo perseverar en el intento.

Siguiendo el ejemplo de la madre tierna y amorosa dice San Juan de la Cruz: “Pero a la medida que va creciendo, le va la madre quitando el regalo y, escondiendo el tierno amor, pónele amargo acíbar en el dulce pecho y, abajándole de los brazos, le hace andar por su pie, para que perdiendo las propiedades de niño, se dé a cosas más sustanciales (1N 1, 2). 

Pues eso mismo hace el Señor con los que llenó de delicadezas para librarles de las imperfecciones de los principiantes: “Estas imperfecciones baste aquí haber referido de las muchas en que viven los de este primer estado de principiantes, para que se vea cuanta sea la necesidad que tienen de que Dios los ponga en estado de aprovechados, que se hace metiéndolos en la noche oscura, que ahora decimos, donde, destetándolos Dios de estos gustos y sabores en puras sequedades y tinieblas interiores les quita todas estas impertinencias y niñerías y hace ganar las virtudes por medio muy diferentes” (1N 8).

 

 

 

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