Jesús dialogando con sus amigos los apóstoles |
Es
trato de amistad con Dios, con quien sabemos nos ama. Distintos medios para
llegar a este término, incluso oración vocal, pero siempre trato
íntimo, todo espontáneo y personal, allí se ofrece y pide perdón. En esta
oración, Cristo le habla sin palabras, transmitiéndole su luz y su amor. Poco
hablar y mucho escuchar. Este coloquio silencioso es contemplativo. A más
abundar estos, más se enamora el alma de Dios, quien la va atrayendo más con su
gracia. Cuando carezca de estos coloquios, volverá al discursivo.
El
ejercicio de la meditación puede durar toda la vida y aun cuando haya llegado a
estados superiores, como son de los que habla Víctor, nunca debe olvidarla. Normalmente,
con el ejercicio de la meditación llega un momento en que el esfuerzo humano se
simplifica y con menos esfuerzo se siente más la presencia del Señor. Es la
mejor señal de que el alma ha entrado en una nueva etapa.
Es
la fase de recogimiento en que, sin el esfuerzo de la fase discursiva, comienza
a sentirse la experiencia de la presencia de Dios. Al ponerse en oración se
experimenta que Dios está en lo más profundo de nuestro ser como Amigo, según
la frase del evangelio: “Vendremos a él y pondremos en él nuestra morada (Jn,
14, 23).
Cuando
se experimenta que Dios está dentro de nosotros, se ha dado un paso
trascendental, pues la meditación ya no consiste en imaginarnos a Jesús en las
escenas del evangelio, sino que entramos en diálogo con quien está con nosotros.
No es lo mismo pensar en una amistad que está lejos, aunque nos dé alegría, que
disfrutar de la presencia real de la persona a quien amamos. Eso mismo sucede
en la oración. Es importantísimo pasar de la imaginación a la realidad.
No es que me imagine que Jesús está presente. Es que está presente.
Si
Jesús está presente, puedo hablar con él, puedo mostrarle mi amor. ¿Y de qué se
habla con un amigo o con sus padres? ¿Se pasa el tiempo diciendo que le quiere,
que le agradece lo que ha hecho por él, etc.? No. Lo importante no es lo que se
habla, sino estar con quien se ama. Un hijo vuelve a casa y está feliz con sus
padres, hablen de lo que hablen o estén en silencio. Pregúntenselo a los
enamorados.
Con
Jesús, el mejor de los amigos a mi lado, puedo hablar con Él, puedo exponerle
mis problemas, puedo pedirle consejo y ayuda, y puedo hacerlo con más confianza
que con los amigos más entrañables.
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