sábado, 13 de junio de 2020

Habla Víctor Oración Recogimiento.

Santa Teresa en oración contemplativa


Presencia de Dios en el alma, en inmensidad como Creador, Conservador, “en él vivimos, nos movemos” (Act 17, 28); de amistad como Padre, Amigo, Huésped; invita a vivir con la Santísima Trinidad: “Si alguno me ama, mi Padre le amará etc.” (Jn 14, 23). Templo suyo es nuestra alma. Ahí se le desea, adora, no hace falta buscarle fuera. No es menester hablar. Por paso que hable, Él escucha al estar tan cerca. Esta oración se adquiere con el ejercicio, no es sobrenatural. Recoger el alma todas las potencias. Al principio es costoso, luego obedecen los sentidos. Se hacen actos de fe. El alma que se puede encerrar en este pequeño cielo, lleva buen camino.

La oración de recogimiento supone un paso más en la interiorización, la superación de la fase discursiva y del esfuerzo humano, el umbral de la acción profunda de Dios y la experiencia de su presencia. Cuando se ha llegado a esa interiorización, se tiene la convicción de que Dios está en lo más profundo de nuestro ser como Creador y como Amigo, según la frase del Evangelio: “Vendremos a él y pondremos en él nuestra morada” (Jn. 14, 21).

El P. Jesús Castellano, en “Guiones de doctrina teresiana”, resume los pasos que Santa Teresa señala para esta oración de recogimiento: “Los sentidos exteriores se recogen y concentran; los ojos se cierran casi espontáneamente para abrir los del alma a la presencia de Dios; calla el entendimiento en sus discursos y razones; en un solo acto vital el entendimiento y la voluntad adoran y aman al Dios presente; Dios se comunica sin necesidad de palabras; en su vida el alma percibe los frutos de fortaleza y amor que esta oración deja”.

El Catecismo Holandés

Curiosamente, en el famoso “Catecismo Holandés”, se alude a la oración de recogimiento en estos términos: “Cuando alguien hace meditación de forma regular durante años, llega un momento en que ya no es capaz de hacerlo. Trata de recoger su pensamiento y no lo consigue. Y sin embargo, quiere orar. Su corazón quiere estar con Dios. A veces siente aridez y hasta oscuridad y repugnancia, y sin embargo hay algo en él que quiere perseverar en la oración… A veces es invadido por la plenitud de la paz de Dios. Se siente como arrebatado. El hombre experimenta que Dios está en él. Esta oración en que el entendimiento obra menos, se llama oración de quietud. De meditación pasa a ser contemplación. No hay que empeñarse ya en conseguir pensamientos y palabras cuando el alma está sencillamente en Dios”.




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