Santa Teresa en oración contemplativa |
Presencia
de Dios en el alma, en inmensidad como Creador, Conservador, “en él vivimos,
nos movemos” (Act 17, 28); de amistad como Padre, Amigo, Huésped; invita a vivir
con la Santísima Trinidad: “Si alguno me ama, mi Padre le amará etc.” (Jn 14,
23). Templo suyo es nuestra alma. Ahí se le desea, adora, no hace falta
buscarle fuera. No es menester hablar. Por paso que hable, Él escucha al estar
tan cerca. Esta oración se adquiere con el ejercicio, no es sobrenatural.
Recoger el alma todas las potencias. Al principio es costoso, luego obedecen
los sentidos. Se hacen actos de fe. El alma que se puede encerrar en este
pequeño cielo, lleva buen camino.
La
oración de recogimiento supone un paso más en la interiorización, la superación
de la fase discursiva y del esfuerzo humano, el umbral de la acción profunda de
Dios y la experiencia de su presencia. Cuando se ha llegado a esa
interiorización, se tiene la convicción de que Dios está en lo más profundo de
nuestro ser como Creador y como Amigo, según la frase del Evangelio: “Vendremos
a él y pondremos en él nuestra morada” (Jn. 14, 21).
El
P. Jesús Castellano, en “Guiones de doctrina teresiana”, resume los pasos que
Santa Teresa señala para esta oración de recogimiento: “Los sentidos exteriores
se recogen y concentran; los ojos se cierran casi espontáneamente para abrir
los del alma a la presencia de Dios; calla el entendimiento en sus discursos y
razones; en un solo acto vital el entendimiento y la voluntad adoran y aman al
Dios presente; Dios se comunica sin necesidad de palabras; en su vida el alma
percibe los frutos de fortaleza y amor que esta oración deja”.
El Catecismo Holandés |
Curiosamente,
en el famoso “Catecismo Holandés”, se alude a la oración de recogimiento en
estos términos: “Cuando alguien hace meditación de forma regular durante años,
llega un momento en que ya no es capaz de hacerlo. Trata de recoger su
pensamiento y no lo consigue. Y sin embargo, quiere orar. Su corazón quiere
estar con Dios. A veces siente aridez y hasta oscuridad y repugnancia, y sin
embargo hay algo en él que quiere perseverar en la oración… A veces es
invadido por la plenitud de la paz de Dios. Se siente como arrebatado. El
hombre experimenta que Dios está en él. Esta oración en que el
entendimiento obra menos, se llama oración de quietud. De meditación pasa a ser
contemplación. No hay que empeñarse ya en conseguir pensamientos y palabras
cuando el alma está sencillamente en Dios”.
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