miércoles, 24 de junio de 2020

Habla Víctor Aridez.


San Juan de la Cruz, maestro y guía de los espirituales.


Si el alma es fiel, el Señor la pone en oración de aridez. Puede ser por falta de fidelidad, al abandonar mortificaciones, cometer pecados veniales, etc. En este estado hay que volver a empezar. También puede ser causa, el cansancio, nerviosismo, etc. ¡No abandonar!, porque lo que Dios mide es la voluntad. Además puede ser presagio de disposición a la purificación pasiva.

La aridez no es un grado de oración, sino una dificultad que surge en el proceso de la persona orante cuando el Señor la quita las consolaciones que sentía en la oración para que dé un paso adelante en su vida espiritual. No es fácil de entender ni a la persona que la padece, ni a la mayoría de directores espirituales, por no haber pasado ellos por esa experiencia. Esto es lo que le llevó a San Juan de la Cruz a escribir la “Subida del Monte Carmelo” para dar directrices a quienes pasan por ese momento de aridez que él llama “noche oscura”. Vean lo que dice del comportamiento de muchos directores:

Acaecerá que lleve Dios a un alma por un altísimo camino de oscura contemplación y sequedad, en que a ella le parece que va perdida, y que, estando así llena de oscuridad y trabajos, aprietos y tentaciones, encuentre quien le diga, como los consoladores de Job, o que es melancolía, o desconsuelo, o condición, o que podrá ser alguna malicia oculta suya, y que por eso la ha dejado Dios; y así, luego suelen juzgar que aquella alma debe de haber sido muy mala, pues tales cosas pasan por ella” (S. Prólogo, 4).

Perseverando en oración de aridez.

Como Víctor hablará de este tema al tratar de las virtudes, dejamos para ese momento una explicación más amplia del modo de proceder el Señor en esta etapa de la vida espiritual. De momento baste recordar la experiencia del propio Víctor de la que ya hicimos alusión al comentar sus Escritos autobiográficos en que resume con extraordinaria precisión en qué consiste la aridez:

 Lágrimas suaves a mis ojos llegaban cuando menos lo esperaba. El amor sensible en el alma se mostraba y grandes gozos la llegaban. Atraído me sentía para llegarme a orar y el tiempo corto se hacía. Pronto esto pasó y todo el amor sensible en sequedad se quedó. El orar pesado era, negando mi pereza, doble tiempo a este menester dediqué. Dos horas seguidas a la oración me llegaba, más parecían días que horas. Seco y pobre allí me estaba hasta que el tiempo pasaba”.




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