Raquel y Carlos el día de su primera Comunión en Móstoles. |
Como
estaréis de vacaciones, si queréis venir con los abuelos cuando lo deseéis, voy
por vosotros, siempre que esté como hoy de salud. Pedirle al Niño Jesús,
primero por vuestros padres, abuelos y tíos, también por vuestros primos.
(Vida… pag. 84)
Sus
dos nietos mayores, Raquel y Carlos, a los que alude en esta invitación, vivían
en Móstoles, localidad muy cercana a Madrid, y a Víctor le encantaba visitarles
cuando podía, pero por esas fechas ya habían comenzado los achaques que le
impedían acercarse con la frecuencia que él deseaba.
Carlos, el primeo de la izquierda y Raquel el día de su toma de hábito. |
Pero
como sabía que a ellos también les encantaba salir de casa e ir unos días con
los abuelos, a pesar de sus achaques, les invita a pasar unos días en su hogar
en el barrio Oroquieta de Madrid, y para que los padres no pusieran la excusa de
que no podían llevarlos, él mismo se ofrece para ir a buscarlos.
Su
cariño sincero a esos nietos le hace olvidar sus achaques y limitaciones, pues
era consciente de que si les invitaba a
pasar unos días en su hogar, era para atenderles, acompañarles y compartir sus juegos, no sólo
para ofrecerles algún regalo de Navidad. Es verdad que por esas fechas
sus dos hijas más pequeñas, Begoña y Eva todavía vivían en el hogar y podrían
jugar con ellos y sacarles a pasear, que es de lo que más ilusión hace a los
niños, pero seguro que quien más tiempo y cariño les dedicaron, fueron los
abuelos y que, en concreto Víctor, para que dejaran libre a la abuela Asunción
y les preparase una buena comida, era él quien les sacaba a pasear y a jugar
por los parques más cercanos y a obsequiarles con algunas golosinas, pero aprovechando,
eso sí, la oportunidad para hacer también una breve visita a la parroquia de
San Clemente Romano.
Carlos con su hijo Víctor en brazos y con los abuelos. |
Víctor,
a la vez que gozaba viendo felices a sus nietos, aprovechaba la oportunidad
para sembrar en sus corazones buenos sentimientos y para enseñarles que su
mejor amigo era Jesús. Así que, dentro del recorrido lúdico, no faltaba una
breve visita a la iglesia parroquial para saludar al Niño Jesús, el mejor amigo.
Lo hacía con tanto cariño, delicadeza y espontaneidad, que no les resultaba
pesado, pues lo religioso iba unido a lo lúdico. Por eso les encantaba pasear
con el abuelo, porque les mimaba y compartía con ellos sus juegos con alegría.
Se sentían queridos y valorados.
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