Sacerdote hablando de los misterios cristianos. |
Desde
el inicio de mi conversión, cómo me alegraba y sacaba provecho cuando me
hablaban de Dios. Pues de pronto todo fue al revés. Aunque no me molestaba que
de Él me hablaran, a mí no me decía nada. Me hacía pensar que podía ser
demoníaco. El mismo autor (San Juan de la Cruz) me aclaró que por fe, tan alto
sentía de Dios, que todos chico me le dejaban. Las que siempre me fueron
provechosas fueron las Sagradas Escrituras y la doctrina de la Iglesia.
Curiosa
la experiencia de que nos habla Víctor de pasar de una gran alegría cuando le
hablaban de Dios a una total indiferencia, y que las edificantes conversaciones
no le movieran a sentir más amor a Dios. Era normal que ese cambio tan brusco
le preocupase y le hiciera pensar que se trataba de algo provocado por el
demonio para alejarle de Dios, pero pronto cayó en la cuenta de que no era nada
demoníaco, sino debido a que lo que le decían de Dios, por muy bueno que fuera,
era insignificante ante la inmensa grandeza y belleza de Dios. Entonces, guiado
una vez más por San Juan de la Cruz, recapacitó que no es el conocimiento sino
la fe teologal la única que nos habla y nos muestra a Dios tal como es. Las
palabras de San Juan de la Cruz son contundentes:
Víctor en el locutorio de Sabarís hablando de cosas santas. |
“Es
tanta la semejanza que hay entre la fe y Dios, que no hay otra
diferencia sino ser visto Dios o creído. Porque, así como Dios es infinito, así
la fe nos le propone infinito; y así como es Trino y Uno, nos lo propone ella
Trino y Uno; y así como Dios es tiniebla para nuestro entendimiento, así ella
también ciega y deslumbra nuestro entendimiento. Y así, por este
solo medio, se manifiesta Dios al alma en divina luz, que excede todo
entendimiento. Y por tanto, cuanto más fe el alma tiene, más unida está con
Dios” (2 Sb. 9, 1).
Predicador proclamando la palabra de Dios en una procesión. |
Víctor,
que ya había pasado la “noche oscura” y había purificado su entendimiento,
memoria y voluntad mediante las tres virtudes teologales de la fe, la esperanza
y la caridad, se dio cuenta de que son estas tres virtudes las que nos muestran
a Dios tal cómo es, y que todo lo que de Él podamos conocer o sentir mediante
el conocimiento, la memoria y la voluntad, está muy lejos de esa realidad.
Víctor,
no solamente había leído en San Juan de la Cruz, sino también experimentado en
sí mismo que, “es tanta la semejanza que hay entre la fe y
Dios, que no hay otra diferencia sino ser visto Dios o creído”.
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