miércoles, 25 de septiembre de 2019

Florecillas Alegría por la vocación de Eva.

Eva muy joven con tres sobrinos.


Sabes la satisfacción que tu llegada nos deparó, sobre todo después de tu crecimiento. Aunque era retraída no por ello dejabas de de participar en las alegrías que manifestamos día a día viéndote crecer, unida a nosotros más que ninguno de vuestros hermanos. Pero la mayor alegría fue cuando nos manifestaste el deseo de ser carmelita; por mi parte me sentí tan halagado, que nada que hubieses hecho en el mundo se puede comparar con la gracia de participar toda tu vida en el amor infinito que Dios te da. (Vida… Pag. 86).

Eva fue la última hija de Víctor y ya se sabe el cariño que se suele tener con el más pequeño y especialmente si es hembra, pues en ella se deposita la esperanza de ser bien atendidos en la vejez, más que en los mayores.

Víctor y Asunción con sus 7 hijos. Eva es la del centro con las manos como en oración.

De carácter retraído, como dice su padre, era obediente y responsable tanto en sus estudios como en las cosas que se la pidiera para ayuda del hogar. Por otra parte fue la que más unida estuvo a sus padres hasta el momento que decidió ingresar en el monasterio de Sabarís como religiosa carmelita. Todo esto sería motivo de dolor para cualquier padre, pues una decisión de ese tipo suponía un alejamiento definitivo del hogar paterno al que no regresaría ni para acompañar a sus padres en la hora de la muerte y a la que solamente en determinadas ocasiones podrían visitar por tratarse de un monasterio de estrecha clausura. Ya no volverían a abrazar ni besar a su hija sino solamente hablar separados por las rejas del locutorio.

Sin embargo para Víctor, como dice, fue la mayor alegría de su vida. ¿Por qué? Pues porque no era egoísta y como amaba entrañablemente a su hija, prefería su felicidad a la propia y deseaba para ella lo mejor, que era su felicidad en esta vida y garantía de su felicidad para siempre. Ese es el verdadero amor, el que es capaz de sacrificarse por el bien de la persona a quien ama de verdad, aunque para ello tenga que privarse de su presencia.

Eva con el hábito de postulante
en las Carmelitas de Sabarís.

Seguro que humanamente le dolió la separación de su hija sobre todo al saber que una vez que ingresara en la clausura del convento ya no podría ni siquiera darla un beso y que tendría que limitarse a verla y charlar con ella a través de una reja, como era el estilo de las Carmelitas. Todo su dolor por la separación quedaba más que compensado al ver que una de sus hijas se consagraba por entero a Dios, el único capaz de darla la felicidad aun en esta vida.


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