miércoles, 11 de septiembre de 2019

Testimonios. Carmen Arias (I).


Una muestra de Embotelladora de Pepsi-Cola.


Víctor trabajaba igual que yo en la fábrica Embotelladora de Pepsi-Cola, él como obrero y yo como administrativa. Nos comunicábamos mucho por razón de mi cargo, y sobre todo, porque sintonizábamos espiritualmente, lo cual era de ayuda mutua teniendo en cuenta el ambiente antirreligioso en el que nos desenvolvíamos. Es imposible relatar todo lo que hablamos, que fue mucho y especialmente edificante todo lo que él me decía. Paso ahora, a relatar algunos de los hechos de su vida que más huella dejaron en mí. Son sólo unos cuantos como a manera de muestra.

El primero que recuerdo fue este: Cuando él realizaba horas extraordinarias en la fábrica, entonces, me pedía sobres (yo trabajaba en la administración) para meter dinero en esos sobres y repartirlo entre gente necesitada. Yo le recriminaba que tenía siete hijos y debería guardarlo para ellos, y me contestaba que sus hijos comían todos los días y había gente que no comía. Y me decía también, así textualmente: “Tengo una mujer que es muy apañadita y se arregla con el jornal”.

Parroquia San Juan de la Cruz a la que Víctor se retiró a orar.

Otro hecho de su vida que se me quedó también bien grabado, fue el siguiente: Teníamos un conflicto laboral entre la empresa y los empleados debido a que la empresa quería imponer una nueva ordenanza laboral que los empleados no queríamos aceptar y llevamos el asunto a los tribunales. Víctor y yo éramos los representantes de los trabajadores; él representaba a los obreros y yo al personal administrativo.

Entonces, el día del juicio, antes de llegar a la Sala del Tribunal donde iba a tener lugar el juicio, Víctor entró en una iglesia (La iglesia parroquia de San Juan de la Cruz) y cuando salió me dijo: “Estate tranquila, que vamos a ganar”.

Sala de un juzgado.

Entramos en la Sala, y el Presidente de la Sala me pidió a mí que expusiera el problema. Nosotros llevábamos un abogado para que hiciera eso, pero el Presidente de la Sala dijo que no. Que lo expusiera yo. Yo me eché a temblar por miedo a no hacerlo bien, porque soy una persona nerviosa y no estaba acostumbrada a hablar en público. Me serené inmediatamente y expuse todo el tema claramente con una voz serena, como si me lo estuvieran diciendo. Yo me sorprendí toda la vida de aquello y entendí que había sido un milagro que Víctor había conseguido del Señor cuando entró a hablar con Él a la Iglesia antes de entrar en el tribunal.

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