sábado, 21 de septiembre de 2019

Testimonios. Carmen Arias (II).

Víctor con su sonrisa siempre a flor de labios.

En la convivencia que yo tuve en la fábrica con él, sabía que estaba al lado de un santo. Irradiaba santidad con su humildad, con su honradez, con su trato afable, con su sonrisa siempre a flor de labios, siempre amoroso, siempre servicial, todo para todos.

Yo siempre sabía que estaba al lado de un santo. Yo siempre le he considerado extraordinario. Infundía una paz sobrenatural. No era vulgar ni corriente. Era lo que era. Tocado de Dios. Yo siempre le consultaba cosas, porque su sabiduría llegaba muy lejos.
Yo, el concepto que he tenido de él era eso: Que era un santo, con mucha inspiración, con conocimiento, con mucha serenidad.

Víctor era promotor de las misas gregorianas por los difuntos.

La mayoría de la gente de la fábrica le tenía una estima especial. A mí me sorprendió al leer en su autorretrato que diga que lo pasó muy mal entre sus compañeros en su última etapa de trabajo en la fábrica. Debieron ser algunos cuantos los que intentaron hacerle la vida imposible, pero en general, era especialmente querido por todos. Y el tenerlo así de callado hasta el fin de sus días, dice mucho a su favor, pues prefirió llevarlo a solas con Dios y por Él, antes que comentarlas ni siquiera conmigo, con quien tenía tanta confianza. Por otra parte, nunca le vi apenado. Era un hombre sereno y tranquilo. Siempre alegre y sonriente.

Recuerdo, finalmente, que él vino a verme a la muerte de mi marido desde el pueblo de la provincia de Palencia donde vivía (Velillas del Duque) a Madrid donde yo vivía. Me preguntó si había encargado ya las misas de San Gregorio. Le dije que no. Y me dijo: “Encárgaselas ya”. Todo lo que dijo para consolarme, fue muy espiritual y me hizo mucho bien. Era un santo que transpiraba santidad.

"Yo he conocido un santo de carne y hueso" dice Carmen Arias.

Cuando alguien dice; “Para mí, santos los de los altares”, yo digo que yo he conocido un santo de carne y hueso. Así lo digo siempre, antes de leer el libro de su Vida y antes de saber que se están dando ya los primeros pasos para que se inicie su proceso de beatificación.

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