Víctor quitando la nieve para abrirse camino a la Iglesia. |
“Por
aquí hemos tenido grandes nevadas, ahora muchos hielos y frío, así que para ir
a misa me tengo que cargar de ropa; pero más temo a la lluvia; esta, por más
que te protejas siempre te mojas. Verdaderamente que hay días que me da miedo
ir a Quintanilla, pero poco a poco lo voy superando”.
No
exagera nada al hablar de grandes nevadas y mayores fríos y heladas. Desde
Velillas del Duque se ven perfectamente los Picos de Europa nevados la mayor
parte del año, y al estar situado en plena llanura sin montes cercanos o al
menos colinas que le resguarden, son muy frecuentes las nevadas en pleno
invierno y el frío es aún más intenso los días claros.
Víctor muy abrigado aun dentro de casa. |
Teniendo
en cuenta estas circunstancias y que Víctor era muy friolero, hasta el punto de
que sus pies en invierno los tenía permanente fríos cuando estaba fuera de
casa, como la misa era para él esencial, para poder caminar por la carretera
hasta el próximo pueblo en que se celebrara la Eucaristía, generalmente
Quintanilla de Onsoña, no tenía más remedio que ponerse mucha ropa y varios
calcetines. Si hubiera tenido a mano las pieles de los esquimales no habría
tenido reparo en usarlas.
Tal
era la cantidad de ropa que se ponía en invierno, que al llegar la primavera,
conforme iba aumentando la temperatura, se iba liberando poco a poco de la
ropa. Tan notorio era el cambio y tanto llamaba la atención, que algunas
mujeres le preguntaban por qué había adelgazado tanto en tan poco tiempo. Era
muy sacrificado pero a la vez muy consciente de que más importante y agradable era
al Señor su participación en la Eucaristía que el sacrificio. Por eso
no dudaba en aparecer con un atuendo que llamaría la atención y algunos hasta
le tomarían por chalado.
Víctor trabajando en el patio de su casa, pero bien abrigado. |
Más
temía los días de lluvia que los días de frío, pues de la lluvia era más
difícil defenderse aunque llevase paraguas, especialmente cuando venía acompañada
de viento, pero tampoco por eso dejaba de hacer su caminata para ir a dar
gracias a Dios y a recibir el alimento de la Eucaristía.
¡Cómo
iba a pasar desapercibido a los nobles campesinos semejante comportamiento! Por
eso le siguen recordando con cariño y admiración y a muchos les ha ayudado a
aumentar su fe.
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