miércoles, 3 de abril de 2019

Florecillas. Visita de la Virgen del Carmen

 Capilla domiciliaria de la Virgen del Carmen.


Cuando vivían en el barrio de Oroquieta, Víctor se inscribió en la parroquia para que una vez al mes viniese la Virgen del Carmen, una pequeña estatua que pasaba de casa en casa a todos los que la querían (visita domiciliaria). Cuando venía, rezábamos el rosario en familia y al día siguiente lo mismo antes de llevarla a la dirección que nos seguía en la lista. (Cta. de Begoña).

Es una lástima que prácticamente haya desaparecido la devota costumbre de las visitas  de la Virgen a las casas de los vecinos de un pueblo o de un barrio, donde todos se conocían y compartían sus creencias religiosas. Eran unas pequeñas capillas con la imagen, generalmente de alguna advocación mariana, entre las que destacaban la del Carmen, la de Fátima y la de la Milagrosa, la del Rosario, que pasaban un día entero en cada familia que lo solicitaba.

Capilla con Nuestra Señora de Fátima

Generalmente esas capillas pertenecían a alguna cofradía que se servía de ellas para mantener viva la devoción y confianza en María de esas familias que la recibían con alegría en sus hogares una vez al mes. Como las capillas tenían incorporada una alcancía en que podían ofrecer un donativo anónimo, también servía para que la cofradía responsable pudiera obtener donativos para hacer frente a los gastos de esa cofradía.

El modo de proceder era siempre el mismo: Un cofrade se encargaba de que la capilla pudiera hacer el recorrido conforme a un listado previamente preparado. Ese cofrade era el encargado de tener a punto la capilla y controlar que todo se hiciera correctamente.

Capilla con Nuestra Señora del Rosario.

El ceremonial de la entrega era como lo hacían en el hogar de Víctor. La familia que había tenido la capilla en su hogar durante 24 horas, generalmente a última hora de la tarde se la llevaba a la siguiente familia que figuraba en el listado. La familia que la recibía, reunida para acogerla, daba las gracias a quienes se la llevaban e inmediatamente, arrodillados ante la imagen, rezaban el santo Rosario con alegría por tener como invitada a María en su hogar. Al día siguiente, al atardecer, se volvía a reunir la familia para de nuevo rezar el rosario y al terminar pasaban la capilla al siguiente.

Esto es lo que se hizo una vez al mes en el hogar de Víctor durante muchos años. Ya podemos imaginar la alegría de Víctor con la visita de María a su hogar rezando ante ella el Rosario con sus hijos y pidiendo a María que bendijera su hogar y le colmara de bendiciones. Era una experiencia maravillosa la de tener en su propio hogar a quien tanto amaba. Por eso lo recuerdan sus hijas con tanto cariño.

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