miércoles, 24 de abril de 2019

Habla Víctor. La gloria de Dios encontré

Sólo la gloria de Dios encontré. Cristo Resucitado.


Allí sólo la gloria de Dios encontré y tanto me enamoré, que a la cruz me encaramé, para expirar abrazado a la cruz del Cordero degollado.

Santa Isabel de la Trinidad, convencida de que los cristianos somos “otros cristos” que debemos hacer propios los sentimientos y los estados de Cristo, del mimo modo que vivió los misterios dolorosos de la pasión y muerte de Cristo, se unió a la gloria de la resurrección, por lo que añade: “Mas todo Viernes Santo va seguido de la Resurrección. Por lo tanto yo resucitaré, yo subiré al cielo; Jesucristo ha logrado que me pueda sentar allí ya (Ephes. 2, 6) con todo derecho. Efectuaré, pues, mi ascensión con Él, por Él y en Él” (Elevación 34).

Tanto me enamoré que a la Cruz me encaramé.

Puede ser que Víctor con sus palabras “allí sólo la gloria de Dios encontré,  aluda a la gloria de la Resurrección, pero por las palabras que añade: “y tanto me enamoré, que a la cruz me encaramé, para expirar abrazado a la cruz del Cordero degollado”, esté refiriéndose más bien y se esté identificando con la pastora de que habla San Juan de la Cruz en su poema. Un Pastorcito. ¿Le conocen? Es precioso y en pocos poemas se expresa con tanta delicadeza el amor de Jesús llevado al extremo de morir por puro amor.

Un pastorcito solo está penado/, ajeno de placer y de contento/, y en su pastora puesto el pensamiento/, y el pecho del amor muy lastimado.
No llora por haberle amor llagado/, que no le pena verse así afligido/, aunque en el corazón está herido/; mas llora por pensar que está olvidado.
Que sólo de pensar que está olvidado/ de su bella pastora, con gran pena/ se deja maltratar en tierra ajena/, el pecho del amor muy lastimado.
Y dice el pastorcito: ¡Ay, desdichado/ de aquel que de mi amor ha hecho ausencia/, y no quiere gozar de mi presencia/, y el pecho por su amor muy lastimado!
Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado/ sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos/, y muerto se ha quedado asido de ellos/, el pecho del amor muy lastimado.

Se ha encumbrado sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos.

¿No estará Víctor identificándose con la pastora de este poema, que en lugar de ausentarse, ha querido responder a la llamada cariñosa del Pastor y por eso se ha encaramado a la cruz con su Pastor para unirse con Él? Las palabras de Víctor, ¿no les recuerda también lo que dice San Pablo: “Dios me libre de gloriarme  más que de la Cruz de nuestro Señor Jesús, en la cual el mundo quedó crucificado para mí y yo para el mundo?” (Gal 6, 14). ¡Qué mayor gloria que expirar con el Amado!

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