D. Laurentino Merino. |
Víctor
era muy piadoso. Le gustaba oír la misa y comulgar todos los días. Nos chocaba
mucho que siempre venía a misa y venía andando y con el rosario en la mano. En
el pueblo era como de la familia.
Hasta
que llegaba el párroco para celebrar la misa, lo pasaba hablando con los que
estábamos esperando a que llegara para oír la misa. Hablábamos de
cualquier tema sobre la vida del pueblo y él se interesaba por todo como si
fuera uno más del pueblo.
Era
un gran hombre. Un gran cristiano. Todo lo que se pueda decir de lo bueno que
era Víctor, sería siempre poco. No sólo según mi parecer, sino según el parecer
de todo el pueblo.
Entrada de la Iglesia de Armenteros. |
Tan
pronto como veíamos que llegaba al pueblo, todos con gozo decíamos: Ya está ahí
el Señor Víctor. Era como el amigo de todos y por tal le teníamos todos.
Le
gustaba cantar en la misa o en cualquier acto religioso. Decía que le gustaba
ir a Villarmienzo porque cantaban muy bien. Nosotros le decíamos que no sabíamos
cantar, pero que como todo lo hacíamos a la buena de Dios, todo nos salía bien.
También nos decía que qué limpia teníamos siempre la Iglesia. Siempre nos
saludaba con una sonrisa.
Campo de amapolas en Armenteros. |
Mérito
para ser beatificado y canonizado los tiene más que de sobra, pues todo lo
hacía bien y con mucho amor a Dios y a los hermanos. Esperamos y deseamos con
vivos deseos verle pronto en los altares y, ¡Ojalá lo veamos!
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