miércoles, 10 de abril de 2019

Testimonios. Laurentino Merino

D. Laurentino Merino.


Víctor era muy piadoso. Le gustaba oír la misa y comulgar todos los días. Nos chocaba mucho que siempre venía a misa y venía andando y con el rosario en la mano. En el pueblo era como de la familia.

Hasta que llegaba el párroco para celebrar la misa, lo pasaba hablando con los que estábamos esperando a que llegara para oír la misa. Hablábamos de cualquier tema sobre la vida del pueblo y él se interesaba por todo como si fuera uno más del pueblo.

Era un gran hombre. Un gran cristiano. Todo lo que se pueda decir de lo bueno que era Víctor, sería siempre poco. No sólo según mi parecer, sino según el parecer de todo el pueblo.

Entrada de la Iglesia de Armenteros.

Tan pronto como veíamos que llegaba al pueblo, todos con gozo decíamos: Ya está ahí el Señor Víctor. Era como el amigo de todos y por tal le teníamos todos.

Le gustaba cantar en la misa o en cualquier acto religioso. Decía que le gustaba ir a Villarmienzo porque cantaban muy bien. Nosotros le decíamos que no sabíamos cantar, pero que como todo lo hacíamos a la buena de Dios, todo nos salía bien. También nos decía que qué limpia teníamos siempre la Iglesia. Siempre nos saludaba con una sonrisa.

Campo de amapolas en Armenteros.

Mérito para ser beatificado y canonizado los tiene más que de sobra, pues todo lo hacía bien y con mucho amor a Dios y a los hermanos. Esperamos y deseamos con vivos deseos verle pronto en los altares y, ¡Ojalá lo veamos!


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