Patro Calleja Calvo. |
Conocí
a Víctor desde niña, pues no sólo somos del mismo pueblo, sino que éramos
vecinos. Nos veíamos todos los días y jugábamos todos los días. Había tanta
amistad entre su familia y la mía, que Víctor y sus hermanos iban a nuestra
casa como si fuera la suya, y mis hermanas y yo íbamos también a su casa como
si fuera la nuestra.
Víctor
era una persona muy buena. Le gustaba mucho la religión. Iba siempre a misa y
al rosario. Le gustaba hacer el bien a las personas y visitar a los
enfermos, Era una persona que no se metía con nadie y que no hacía nunca mal a
nadie.
Retablo de la parroquia de Quintanadiez de la Vega. |
Y no
sólo cuando vivía en Quintana, sino, sobre todo, cuando vivía, ya mayor, en
Velillas del Duque. Era tan bueno, que venía a misa a Saldaña andando
hiciera como hiciera. Siempre hablaba de Dios. No hablaba mal de nadie. Cuando
venía a su pueblo, visitaba mucho a los enfermos.
Me
gustaría decir muchas cosas de él, pero soy ya mayor y me falla la memoria. En
todo caso, nunca podría decir lo bueno que era Víctor por mucho que dijera
sobre lo bueno que era Víctor, pues todo lo que dijera sobre lo bueno que era
Víctor, sería siempre poco.
Molino sobre el río de Quintanadiez de la Vega. |
Sólo
siento no haber vivido siempre tan cerca de Víctor como cuando vivía en el
pueblo, que éramos vecinos, pues me habría ayudado tanto con sus santos
consejos y con el ejemplo de su vida, aunque su santo ejemplo queda ahí para
que intentemos imitarle, por lo que es tan de desear que su proceso de
beatificación se inicie cuanto antes y que llegue cuanto antes a feliz término,
pues ejemplos como el suyo, son los que necesitamos para que nos muevan a
seguirle.