D. Eutiquio de las Heras |
Conocí
a Víctor cuando venía algunas temporadas en el pueblo por los veranos a casa de
sus suegros. Luego, al morir estos, su esposa Asunción heredó la casa de sus
suegros, y siendo ya mayores, pasaron a vivir en ella. A partir de entonces es
cuando comencé a relacionarme con Víctor, ya que vivíamos los dos en el mismo
pueblo.
Yo
empecé el trato con él porque ambos íbamos a misa. Yo sólo los domingos y él
todos los días que había misa en el pueblo, y al salir de misa, por lo regular
echábamos una parlada, unas veces de religión y otras de cómo estaba la vida,
de cómo se vivía cuando éramos pequeños y como se vivía por entonces.
Víctor
era una persona muy buena y muy inteligente. Estaba de continuo leyendo. Yo le
preguntaba que cómo es que sabía tanto. El me decía que: porque estudio, leo
mucho y me gusta saber cómo se vive en todos los países. Lo mismo sabía de los
países en los que se pasaba hambre que de los ricos.
Velillas del Duque donde convivió con Víctor. |
Él
me contaba que cuando trabajaba, que trabajaba mucho en muchos trabajos, los
días de fiesta solía visitar a los enfermos, a los ancianos e impedidos y que
les llevaba caramelos para dárselos y que le quedaban muy agradecidos. Les daba
también consejos, que también le agradecían así como la visita que les hacía.
Cuando
no había misa en el pueblo, se desplazaba al pueblo más cercano donde la
hubiera para oírla y comulgar. Eso era para él lo primero en el día a día de
cada día. Y de camino iba rezando, me figuro que el rosario, pues le llevaba
siempre en la mano.
Él nunca se enfadaba por nada, sucediera lo
que sucediera. Todo lo llevaba con santa conformidad. Había cosas que no le
gustaban de cómo se vivía, pero nunca hablaba nada contra nadie, hiciera lo que
hiciera. Nunca se metía en la vida de nadie.
Parroquia de Velillas donde Víctor pasó muchas horas en oración. |
Recuerdo
haberle preguntado un día que cómo podíamos estar juntos todos los resucitados
en un solo lugar por grande que sea, siendo tantos y tantos los resucitados de
todos los tiempos. Según pensaba yo, no podía haber ningún lugar tan grande
donde pudieran estar juntos todos los resucitados de todos los tiempos. Él me
decía que después de resucitados, el cuerpo de los resucitados queda
espiritualizado y que, por tanto, no ocupan lugar, así que, después de
resucitados, pueden estar todos juntos por muchos que sean. No solamente
estaremos siempre juntos, sino que estaremos siempre juntos viendo siempre a
Dios y siendo felices para siempre.
En
la Iglesia, cuando se pedían donativos, era siempre de los que más aportaba, a pesar
de sus pocas posibilidades. Él, a pesar de sus pocas posibilidades, se
consideraba rico y todo le sobraba, por eso daba incluso de lo que necesitaba,
porque miraba más la riqueza que da el dar, que la riqueza que da el intentar
acumular riquezas. A él, teniendo como tenía a Dios, todo lo demás le sobraba.
Ese
era Víctor. Todo para Dios y todo para los hermanos. Un verdadero santo.
Yo por tal le tengo y me gustaría mucho que sea beatificado y canonizado cuanto
antes para bien de tantas personas que, sin duda, seguirán sus huellas
arrastradas por tan santos ejemplos como él nos ha dado.
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