Celebrando una reunión familiar en Velillas del Duque |
“Pienso
que le gustaba vivir bien y disfrutar de la vida sin demasiadas preocupaciones
ni compromisos cristianos. Le recuerdo siempre fumando puros de marca. En fin,
llevaba una vida mundana; según parece le gustaba ir a jugar a las cartas al
bar el Pájaro Verde, y otras cosas que muestran como Dios en su contacto íntimo
con la oración le fue transformando y cambiando. Ya simplemente en plan de
distraerse un poco era aficionado al fútbol y de vez en cuando iba a Valladolid
a ver algún partido”.
Con
estas palabras describe el P. Juan Jesús al Víctor acaudalado que él conoció
siendo joven seminarista en Medina del Campo. Y es que como se dice: “el santo
no nace sino que se hace”, y Víctor no fue excepción, aunque en su infancia
fuera especialmente protegido por la Sagrada Familia que le salvó de la muerte.
Celebrando el cumpleaños de un nieto. |
Precisamente
porque pasó por las vicisitudes que todos pasamos y gozó de los goces normales
no pecaminosos que todos disfrutamos, puede ser un buen ejemplo para cualquier
laico. Ninguna alegría lícita es incompatible con la santidad, lo que es
incompatible con la santidad es el egoísmo. ¿Qué tiene de extraño que fuera
aficionado del Real Valladolid y acudiera a verle jugar? ¿No es un gran
aficionado al fútbol el Papa Francisco?
“La
Constitución Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo de hoy” del Concilio
Vaticano II, comienza con estas
preciosas palabras: “El gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias de los
hombres de nuestros días, sobre todo de los pobres y cuantos sufren, son
también gozo y esperanza, lágrimas y angustias de los discípulos de Cristo, y
nada hay verdaderamente humano que no tenga resonancias en su corazón”.
Son
los santos los que mejor se hacen eco y partícipes de las alegrías y esperanzas
como de las lágrimas y angustias de los que sufren. Pocos como los santos gozan
viendo alegres y felices a los que les rodean y pocos como ellos sufren ante
los sufrimientos, enfermedades y angustias de los pobres. Son los santos los más
comprometidos con los que sufren para librarles de sus angustias.
Reunión familiar festiva en el bautizo de su nieta Laura |
Víctor,
en esa etapa que precedió a su total entrega al Señor, gustaba de compartir con
las amistades invitándolas a merendar en su granja, jugando a las cartas en el
bar, fumando buenos puros, asistiendo a partidos de fútbol, etc., pero también
supo compartir y ayudar desinteresadamente a los demás, como vacunando a las
gallinas de las Carmelitas Descalzas, dejando su casa para velar a un amigo fallecido
e incluso cediéndose la durante meses a otro amigo a quien se le quemó la suya
mientras se la reparaban.
Después
de su conversión, todo lo verdaderamente humano tuvo resonancia en su corazón,
especialmente las lágrimas y angustias de los pobres.
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