sábado, 23 de marzo de 2019

Florecillas. Víctor burgués.

Celebrando una reunión familiar en Velillas del Duque


Pienso que le gustaba vivir bien y disfrutar de la vida sin demasiadas preocupaciones ni compromisos cristianos. Le recuerdo siempre fumando puros de marca. En fin, llevaba una vida mundana; según parece le gustaba ir a jugar a las cartas al bar el Pájaro Verde, y otras cosas que muestran como Dios en su contacto íntimo con la oración le fue transformando y cambiando. Ya simplemente en plan de distraerse un poco era aficionado al fútbol y de vez en cuando iba a Valladolid a ver algún partido”.

Con estas palabras describe el P. Juan Jesús al Víctor acaudalado que él conoció siendo joven seminarista en Medina del Campo. Y es que como se dice: “el santo no nace sino que se hace”, y Víctor no fue excepción, aunque en su infancia fuera especialmente protegido por la Sagrada Familia que le salvó de la muerte.

Celebrando el cumpleaños de un nieto.

Precisamente porque pasó por las vicisitudes que todos pasamos y gozó de los goces normales no pecaminosos que todos disfrutamos, puede ser un buen ejemplo para cualquier laico. Ninguna alegría lícita es incompatible con la santidad, lo que es incompatible con la santidad es el egoísmo. ¿Qué tiene de extraño que fuera aficionado del Real Valladolid y acudiera a verle jugar? ¿No es un gran aficionado al fútbol el Papa Francisco?

“La Constitución Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo de hoy” del Concilio Vaticano II,  comienza con estas preciosas palabras: “El gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias de los hombres de nuestros días, sobre todo de los pobres y cuantos sufren, son también gozo y esperanza, lágrimas y angustias de los discípulos de Cristo, y nada hay verdaderamente humano que no tenga resonancias en su corazón”.

Son los santos los que mejor se hacen eco y partícipes de las alegrías y esperanzas como de las lágrimas y angustias de los que sufren. Pocos como los santos gozan viendo alegres y felices a los que les rodean y pocos como ellos sufren ante los sufrimientos, enfermedades y angustias de los pobres. Son los santos los más comprometidos con los que sufren para librarles de sus angustias.

 Reunión familiar festiva en el bautizo de su nieta Laura

Víctor, en esa etapa que precedió a su total entrega al Señor, gustaba de compartir con las amistades invitándolas a merendar en su granja, jugando a las cartas en el bar, fumando buenos puros, asistiendo a partidos de fútbol, etc., pero también supo compartir y ayudar desinteresadamente a los demás, como vacunando a las gallinas de las Carmelitas Descalzas, dejando su casa para velar a un amigo fallecido e incluso cediéndose la durante meses a otro amigo a quien se le quemó la suya mientras se la reparaban.

Después de su conversión, todo lo verdaderamente humano tuvo resonancia en su corazón, especialmente las lágrimas y angustias de los pobres.




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