|
La cariñosa y ejemplar abuela Ramona. |
“Víctor
mencionaba con frecuencia “a su abuela Ramona que le enseñó mucho de la fe,
oraciones y decía era una santita. Siempre hablaba de ella con mucho
cariño y como alguien muy importante para él en su niñez en su vida de fe”.
Vivía a pocos metros de la Iglesia en Villota del Páramo y Víctor pasaba
temporadas con ella; y de ella aprendió tantas cosas buenas.
|
Casa de la abuela Ramona en Villota del Páramo. |
Una
aventurilla simpática es la siguiente: Un día, en Quintanadiez, los padres
cargaron el borrico con chorizos, morcillas, tocino y otras piezas que resultan
de la matanza del cerdo y enviaron a Víctor a Villota del Páramo a llevarle
todo aquel bien de Dios a la abuela Ramona. La estancia del muchacho se
alargaba y no volvía a casa; y se ve que estaban dando razón de cosas tan
sabrosas allá entre todos, aunque la abuela, tan austera como era, de seguro
que ni la probó y que sólo sentiría que no la hubieran llevado más piezas para
que se las fuera comiendo el nieto y así estuviera más tiempo con ella.
|
Iglesia parroquial de Villota del Páramo |
Al
final, volvió al pueblo y antes de llegar a casa se encontró con su hermano
Natalio, que le dijo que se preparara porque iba a recibir una buena reprimenda
por parte de sus padres por haber tardado tanto en volver; y parece que,
haciendo un gesto con la mano le dijo: “Ay, ay, ay, te van a dar bien dao
por tardar tanto en volver. ¿Queda algo de la matanza?”. Y Víctor se
encogió de hombros y se rió con gusto y siguió tirando del borrico, que se
anunciaba con un gran rebuzno, al que respondían otros asnos del contorno”.
(Relato del P. José Vicente Rodríguez).
No hay comentarios:
Publicar un comentario