La abuela Ramona. |
“Al
lado de los padres y hermanos de Víctor, hay que citar a la abuela paterna
llamada Ramona Navarro, que era un encanto de mujer. Era una persona muy buena,
que no se metía con nadie; nunca la oyeron hablar mal de nadie. Y todos los que
la conocieron, fueran o no de la familia, la apreciaban como lo que era: la
bondad en persona.
Pasaba
muchas horas, bien con libros espirituales o de devoción, bien con el rosario
en la mano. Su tarea diaria era levantarse temprano; hacía sus labores e iba
todos los días a misa en ayunas, como era entonces obligado, comulgaba a
diario. Y cuentan también que se llevaba la llave de la puerta de la casa, que
era de hierro, como las que aún se ven en las puertas de las iglesias, y usaba
esta llave para ponérsela debajo de las rodillas como penitencia.
Interior de la Parroquia de Villota del Páramo. |
A la
vuelta de Misa desayunaba y ya no volvía a comer nada hasta muy tarde. Sólo
hacía dos comidas al día. En el invierno sólo tenía encendidos cuatro palitos
de leña. En cambio en Navidades, cargaba la lumbre para calentar al Niño Jesús,
cuya imagen ponía cerca de la lumbre. Y así ofrecía aquel su frío al Niño que
era la luz y el calor del mundo. ¡Florecilla divina esta la de la abuela
Ramona!
Y su
grandeza de espíritu se manifestaba también en el dolor que le producía la
guerra civil española, porque era una guerra fratricida, y para ella esto era
lo más terrible. Que se matasen unos hermanos a otros. Ella no estaba de
acuerdo ni con una banda ni con la otra, por estar ambas en guerra fratricida,
pero se sentía hermana por igual de una y otra banda como una madre no ve bien
que sus hijos se peleen unos contra otros, pero les quiere por igual a los unos
y a los otros. Así quería ella a ambas bandas, y eso a pesar de que murió
en la guerra uno de sus nietos. Ramona sintió mucho la muerte de su nieto, pero
nunca estuvo resentida contra el bando que le ocasionó la muerte y murió sin
entender cómo era posible que pudiera haber una guerra a muerte entre hermanos.
Natalio, hermano de Víctor y nieto de Ramona, muerto en la guerra civil. |
Aquellas
nuestra abuelas castellanas que eran las catequistas domésticas que nos
instruían y nos llevaban al Señor y nos enseñaban a rezar, ¿quién las puede
olvidar? San Pablo, escribiendo a su discípulo Timoteo, le recuerda la fe no
fingida que estaba en él, y que primero “fijó su morada en tu abuela Loide”
(2Tim 1, 5); de modo parecido, Víctor mencionaba con frecuencia a “su
abuela Ramona que le enseñó mucho de la fe, oraciones y decía que era una
santita”. (Tomado del P. José Vicente Rodríguez en “Vida impactante
de un cristiano de a pie”).
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