San Pablo Apóstol |
¡Señor mío y Dios mío! Tú me has iluminado para ver
que yo mismo soy el aposento donde estás escondido. Alma mía, alégrate y
considera que tu bien y esperanza está en ti, y no puedes estar sin Él. ¿Qué es
lo que puedo buscar y desear fuera de mí si Tú te has dignado establecer tu
morada dentro de mi alma? Aquí dentro del santuario de mi alma y corazón te
quiero amar, desear, adorar y glorificar, y no saldré más a buscarte fuera de
mí.
Qué bien conocía Víctor y con que fidelidad vivió lo que
dice San Pablo: “¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que
está en vosotros porque Dios os lo ha dado? No os pertenecéis a vosotros mismos
pues habéis sido comprados pagando. Por tanto, glorificad a Dios con vuestro
cuerpo” (1Cor 6, 19-20).
La Santísima Trininidad |
San Pablo estaba plenamente convencido de que nuestros
cuerpos son templos del Espíritu Santo. Y porque estaba tan convencido, lo vivió
y experimentó hasta el punto de exclamar: “Vivo yo, mas no yo, sino que
es Cristo quien vive en mí. Y mi vivir humano de ahora es un vivir de la fe en
el Hijo de Dios, que me demostró su amor entregándose por mí” (Gal 2,
20).
Para San Pablo, la vida cristiana es “estar en Cristo” o
mejor aún, “Cristo en nosotros”. La fórmula “en Cristo”, según
recoge Stefano de Fiores al hablar de Jesucristo en el Nuevo Diccionario de
Espiritualidad, la repite San Pablo ciento sesenta y cuatro veces, y con esa
fórmula quiere expresar la comunión más íntima que se puede pensar con el
Cristo glorioso. Estar en Cristo, es entrar en íntima comunión con él,
participando en los misterios de su muerte y resurrección, es dejar que Cristo
sea el protagonista en nuestra vida.
Orante experimentando la inhabitación de la Santísima Trinidad. |
Víctor, como San Pablo, también experimentó la presencia de
Cristo en él, que Cristo vivía en él. Y al sentir su presencia, entró en íntima
comunión con Él y le permitió que fuera el protagonista de su vida. Ya no
necesitó buscarle fuera de sí mismo.
De ahí su pregunta: ¿Qué es lo que puedo buscar y
desear fuera de mí, si Tú te has dignado establecer tu morada dentro de mi
alma? Convencido de esta presencia de Jesús en su alma, cuando su
director espiritual le prohibió ir por las noches a orar a la Iglesia, obedeció
humildemente, pero se pasaba muchas horas de la madrugada a solas con Jesús,
por lo que pudo decir: “Aquí, dentro del santuario de mi alma y corazón
te quiero amar, desear, adorar y glorificar y no saldré más a buscarte fuera de
mí”.
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