sábado, 5 de enero de 2019

Florecillas. Víctor Vaquerillo (II)


Trillando la mies en la era con vacas.


Cuando llegaba el verano, era peor. Había que trillar con todo el calor. Esto sí que era pesado. Después de aparbar, que nos gustaba montar en el aparbadero, volvíamos a cuidar las vacas, esta vez sin compañeros, además de noche. ¡Menudo miedo que se pasaba cuando las aves nocturnas, como el búho, la lechuza, etc., se lanzaban sobre ratas y ratones, además cerca de ti, y cuando cantaban anunciando su presencia!

Cuando llegaba el invierno, todos los días a la escuela o colegio. Había que recuperar todo el tiempo anterior. En recreo jugábamos a saltar por encima de los compañeros. También patinábamos por el hielo, pero sin patines, solamente dando carreras y resbalando. Muchas veces nos caíamos.

Aparbando la mies ya trillada.

Las Navidades las pasábamos junto al fuego, porque hacía mucho frío. Cantábamos villancicos y jugábamos a las cartas. Los Reyes eran entonces muy pobres. No nos traían regalos.

Estas son las aventuras de un niño que hoy es un anciano y que a ti te quiere mucho y tiene muchas ganas de verte y ahora te envía besos y abrazos.
Víctor Rodríguez y Asunción.

Así concluye esta carta de felicitación a su nieto Ignacio, verdadero tesoro para conocer como fue la infancia de Víctor. No hay en ella exageraciones, sino el relato verídico de como se desarrollaba la vida de los niños en Quintanadiez de la Vega y en la mayoría de los pueblos de Castilla por esas fechas.
 
 Vacas pastando al iniciarse la noche.
En algún momento aclararemos aspectos de esta carta con detalle. De momento nos limitamos a explicar la frase: “También patinábamos por el hielo, pero sin patines, solamente dando carreras y resbalando. Muchas veces nos caíamos”.

Por medio del pueblo, incluso junto a la plaza mayor y a unos 20 metros de la escuela, pasa un arroyo con agua abundante, que divide la población en dos sectores. Para pasar de un lado a otro solamente había un puente de madera para personas. Los animales y vehículos tenían que vadear el arroyo, que en invierno se helaba. A veces los hielos eran tan gruesos, que las vacas, caballos, carros, etc, pasaban por encima del hielo sin romperse. Pues en ese arroyo es en el que los niños preparaban las pistas para patinar y competir sin temor a que el hielo se rompiese, ni siquiera cuando se caían patinando que era frecuente. Era la mejor diversión que tenían los niños en invierno.

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