sábado, 19 de enero de 2019

Florecillas. Vaquerillo descalzo (III) (Día 19 de enero de 2019)

Molino, río y prados en Quintanadiez de la Vega.


El vaquerillo tuvo una época en que le dio por andar siempre descalzo por el campo, por lo que su madre optó por no comprarle más calzado ya que lo perdía. Y como descalzo no iba a permitirle que fuera, lo que le puso, fue unos chanclos, que son unos zapatos de madera, y ya no se le vio más descalzo.

Conocemos este comportamiento del niño Víctor, que no deja de ser una travesura muy propia de niños, por el testimonio de su hija Eva María que se lo oyó contar. Este comportamiento no figura entre los que conocemos por la carta a su nieto Ignacio, pero si se lo contó a su hija Eva, seguro que sucedió.

¿Qué explicación puede tener este comportamiento?
La explicación más normal es que a la mayoría de los niños les encanta caminar descalzos, especialmente cuando hace calor y parece que en esto víctor no fue excepción. Si a eso añadimos lo agradable que resulta en primavera y verano meter los pies en el agua y caminar descalzo sobre la fresca hierba de los prados, tendríamos una buena explicación.

Alpargatas parecidas a las que usó Víctor.

Lo que no encaja tanto, es que lo hiciera con frecuencia, a pesar de las advertencias de sus padres, pues por lo que conocemos de su niñez, no dejaba de ser un niño travieso, pero obediente. En este caso tendríamos que buscar las causas, más que en las pérdidas deliberadas, en el olvido involuntario del calzado.

Otra explicación podría ser que, al estar asentado el pueblo en la vega del río Carrión y ser todo el término de regadío, antes de que con la Concentración Parcelaria se construyeran acequias para evitar pérdidas de agua y regular su uso, el riego se hacía mediante numerosos arroyos que tenían frecuentes pérdidas de agua por lo que se formaban pequeños charcos que a veces atravesaban los caminos.

Chanclos de madera para caminar sin mojarse.

Víctor, para llevar a pastar las vacas al menos a dos prados de la familia, uno en el pago de La Lera y otro en el de La Requejada, tenía que pasar por algunos charcos y quitarse las alpargatas que eran de tela con una suela muy delgada de goma. ¿Quitárselas una y otra vez para otras tantas veces volver a ponérselas? Mejor dejarlas en el prado. De ahí que la madre recurriera a ponerle unos chanclos de madera suficientemente altos para que pudiera pasar los charcos sin mojarse los pies, o al menos, al ser de mayor tamaño que las alpargatas, no los pudiera olvidar.








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