P. Jacinto María, amigo y consejero de Víctor. |
Me
es muy grato en el Señor recordar y transmitir las virtudes que irradiaba
nuestro querido amigo Víctor. No puedo recordar el orden cronológico de los
acontecimientos. Algunos años fueron muy difíciles para él.
Con
un socio tuvo en Medina del Campo una tienda de piensos. Víctor llegó a
darse cuenta que el socio mezclaba arena con el pienso. Enseguida le dijo que
eso no era lícito, que no lo hiciese nunca. Pero él continuó
haciéndolo. Entonces Víctor le dijo: O lo dejas de hacer o te dejo, y como no
dejó de hacerlo, dejó al socio.
Durante
la crisis avícola nacional fue pidiendo préstamos al banco hasta que llegó la
deuda a su límite. Entonces dejó al banco la granja, satisfaciendo así toda la
deuda. Consideraba que era tanto como debía.
Colegio de los Carmelitas en Medina del Campo donde se conocieron el P. Jacinto María y Víctor. |
Se
trasladó a Madrid buscando empleo y lo encontró en la Fábrica embotelladora de
Pepsi Cola. Trabajaba dos turnos (16 horas) para sostener a su familia, con
siete hijos, si no me acuerdo mal.
El
compañerismo con los obreros fue grande. Se ganó la confianza de ellos
con la bondad de corazón y la disponibilidad. Si alguno le pedía cambiar el
turno de trabajo, al momento se lo aceptaba y le decía que a él le daba igual
trabajar por la mañana, que por la tarde, que por la noche. La
confianza llegó con algunos o muchos hasta manifestarle a Víctor cuestiones de
sus conciencias de su vida cristiana. Por ello llegó a que algunos hiciesen Cursillos de
Cristiandad. Esto requería que los jefes de la empresa les concedieran permiso
para dejar el trabajo durante los tres días que duraban los cursillos (viernes,
sábado y domingo). Víctor se encargaba de conseguir el correspondiente permiso.
Algún
compañero llegó a decirle que hacía muchos años que no se confesaba. Dialogando
con él con toda bondad y dulzura le propuso que acudiese al confesor que él
mismo le proponía. Le respondió que no, porque después se lo diría a la policía
y le llevarían a la cárcel. En algunos casos, trabajando con el modo sencillo y
continuado que tenía, decía a Jesucristo que “teníamos” que ganar a este
compañero, repitiendo frecuentemente la súplica.
Monasterio de las Batuecas donde ambos coincidieron en varias ocasiones. |
Mantenía
espíritu de oración. Ya al ir a la fábrica, en Madrid, temprano, en el Bus, a
esas horas iba rezando el Oficio Parvo de la Virgen. Como esto era habitual, el
cobrador del autobús llegó a preguntarle que cuando terminaba de leer ese libro
tan pequeño.
Los
domingos visitaba hospitales, llevaba obsequios a los enfermos y les atendía,
dialogaba amablemente con ellos y algunos le abrían su conciencia. Les decía
que él no podía confesarles, pero podía facilitarles un sacerdote. Le llamaban
el P. Víctor.
La
oración de corazón transforma la vida. Es la tesis de Santa Teresa con su
autobiografía. Así, Víctor, en los tiempos de crisis se mantenía manso y
humilde. No manifestaba su difícil situación y no se le notaba ni en el rostro
ni en su conversación. Si se le preguntaba, se manifestaba sencillamente. A
los que le habían perjudicado ¡y tanto!, llegó a decir que no sólo les perdonaba,
sino que les amaba, con la gracia y la doctrina del Evangelio y del Carmelo.
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