miércoles, 14 de noviembre de 2018

Habla Víctor La Santísima Trinidad Misterio de la Santísima Trinidad

Misterio de la Santísima Trinidad


La Santísima Trinidad, dentro de mi alma está. El Padre que me creó, dentro de ella se quedó. El Hijo me redimió y de sí me alimentó y entero se me dio. El Espíritu Santo en el bautismo también dentro se quedó.

¡Qué bien entendió Víctor el misterio de la Santísima Trinidad y el de la inhabitación en el alma! En un escrito suelto lo expresa de este modo: “En mi alma somos dos: criatura y creador. Mejor dicho: somos cuatro, ya que Dios, Tres Personas son. ¿Cómo pueden ser juntos el bien y el mal en esta morada tan sucia? Sólo por su infinito amor”.

La Santísima Trinidad nos incorpora a su vida íntima mediante la gracia del bautismo. De esta incorporación a la vida trinitaria por la gracia se derivan todos los demás principios divinizadores de nuestro ser atribuidos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Dios como Padre cariñoso y protector.

El Padre me creó, dentro de mi alma se quedó: Porque es Dios el que nos ha creado, el que nos ha dado la vida a través de nuestros padres que han sido los medios de que se ha servido, Él  es el verdadero padre. Cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñase a orar, como respuesta nos dejó el “Padre nuestro”. Y las primeras palabras con las que Jesús quiere que nos dirijamos a Dios, son las de: Padre Nuestro. Si Dios todopoderoso,  el creador de cielos y tierra, para nosotros es ante todo “Padre” y lo es con todas las consecuencias, pues, como dice San Pablo, “si somos hijos somos también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo”, ¡Cómo no vivir llenos de alegría y esperanza!

Jesús no solamente nos ha revelado que Dios es nuestro padre, sino que es el mejor de los padres: “Si vosotros que sois malos, dais cosas buenas a vuestros hijos, que no hará vuestro Padre celestial”. Comprobamos efectivamente cómo hasta los padres más crueles y depravados, capaces de matar sin compasión por simples ganancias, son tiernos y delicados con sus hijos y les ayudan y protegen con todas sus fuerzas.

Dios Padre siempre misericordioso y acogedor.

Qué bien entendió Teresa de Jesús a lo que Dios se comprometía al ser nuestro Padre, por lo que se encara con Jesús diciéndole: “¿Cómo nos dais en nombre de vuestro Padre todo lo que se puede dar, pues queréis que nos tenga por hijos, que vuestra palabra no puede faltar? Le obligáis a que la cumpla, que no es pequeña carga, pues en siendo Padre, nos ha de sufrir por graves que sean las ofensas. Si nos tornamos a Él, como el hijo pródigo nos ha de perdonar, nos ha de consolar en nuestros trabajos, nos ha de sustentar como lo ha de hacer un tal Padre, que forzado ha de ser mejor que todos los padres del mundo, porque en Él no puede haber sino todo bien cumplido; y después de todo esto hacernos participantes y herederos con Vos” (C. 27, 2).

La pregunta que se hace al final tratando de la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma: “¿Cómo pueden ser juntos el bien y el mal en esta morada tan sucia? El mismo la responde con pleno acierto: “Sólo por su infinito amor”.


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