Misterio de la Santísima Trinidad |
La
Santísima Trinidad, dentro de mi alma está. El Padre que me creó, dentro de
ella se quedó. El Hijo me redimió y de sí me alimentó y entero se me dio. El
Espíritu Santo en el bautismo también dentro se quedó.
¡Qué
bien entendió Víctor el misterio de la Santísima Trinidad y el de la inhabitación
en el alma! En un escrito suelto lo expresa de este modo: “En mi alma
somos dos: criatura y creador. Mejor dicho: somos cuatro, ya que Dios, Tres Personas
son. ¿Cómo pueden ser juntos el bien y el mal en esta morada tan sucia? Sólo
por su infinito amor”.
La
Santísima Trinidad nos incorpora a su vida íntima mediante la gracia del
bautismo. De esta incorporación a la vida trinitaria por la gracia se derivan
todos los demás principios divinizadores de nuestro ser atribuidos al Padre, al
Hijo y al Espíritu Santo.
Dios como Padre cariñoso y protector. |
El
Padre me creó, dentro de mi alma se quedó: Porque es Dios el que nos ha
creado, el que nos ha dado la vida a través de nuestros padres que han sido los
medios de que se ha servido, Él es el
verdadero padre. Cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñase a
orar, como respuesta nos dejó el “Padre nuestro”. Y las primeras palabras con
las que Jesús quiere que nos dirijamos a Dios, son las de: Padre Nuestro.
Si Dios todopoderoso, el creador
de cielos y tierra, para nosotros es ante todo “Padre” y lo es con todas las
consecuencias, pues, como dice San Pablo, “si somos hijos somos también
herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo”, ¡Cómo no vivir llenos
de alegría y esperanza!
Jesús
no solamente nos ha revelado que Dios es nuestro padre, sino que es el mejor de
los padres: “Si vosotros que sois malos, dais cosas buenas a vuestros hijos,
que no hará vuestro Padre celestial”. Comprobamos efectivamente cómo hasta los
padres más crueles y depravados, capaces de matar sin compasión por simples
ganancias, son tiernos y delicados con sus hijos y les ayudan y protegen con
todas sus fuerzas.
Dios Padre siempre misericordioso y acogedor. |
Qué
bien entendió Teresa de Jesús a lo que Dios se comprometía al ser nuestro Padre,
por lo que se encara con Jesús diciéndole: “¿Cómo nos dais en nombre de
vuestro Padre todo lo que se puede dar, pues queréis que nos tenga por hijos,
que vuestra palabra no puede faltar? Le obligáis a que la cumpla, que no es
pequeña carga, pues en siendo Padre, nos ha de sufrir por graves que sean las
ofensas. Si nos tornamos a Él, como el hijo pródigo nos ha de perdonar, nos ha
de consolar en nuestros trabajos, nos ha de sustentar como lo ha de hacer un
tal Padre, que forzado ha de ser mejor que todos los padres del mundo, porque
en Él no puede haber sino todo bien cumplido; y después de todo esto hacernos
participantes y herederos con Vos” (C. 27, 2).
La
pregunta que se hace al final tratando de la inhabitación de la Santísima
Trinidad en el alma: “¿Cómo pueden ser juntos el bien y el mal en esta
morada tan sucia? El mismo la responde con pleno acierto: “Sólo
por su infinito amor”.
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