P. Juan Jesús, testigo de esta florecilla. |
Siendo
seminarista, tuve la oportunidad de tratar directamente con el Sr. Víctor en
una campaña de vacunación del gallinero carmelitano enclavado en una finca
cercana a la ciudad. Me tocó ser uno de sus ayudantes o colaboradores en la
provisión de las aves. Me quedó muy buena impresión humana de las horas que
pasé a su lado: sociable, alegre, optimista e interesado por nuestros estudios
y vocación religiosa (P. Juan Jesús).
Como
muy bien recuerda el P. Juan Jesús, los carmelitas descalzos tienen en las
afueras de Medina del Campo una finca en la que sembraban fundamentalmente cereales
y legumbres para contribuir a la alimentación de los niños internos del colegio
de aspirantes a la vida religiosas, en el que por cierto, en esas fechas se
formaban dos hijos de Víctor, que no siguieron adelante, con desencanto de su
padre.
Víctor trabajando en su granja de Medina del Campo. |
En
la finca tenían también vacas y ovejas, y por consejo de Víctor, montaron
también una granja avícola. Pero Víctor no se limitó a dar consejos, sino que
se implicó en la construcción de los gallineros, en la revisión y buen
funcionamiento de las instalaciones, y más tarde, como nos recuerda Juan Jesús,
hasta se dedicó a la importante tarea de la vacunación para conseguir gallinas sanas y
buenas ponedoras.
Aún
no se había convertido y ya comprobamos su disponibilidad a toda obra buena en
favor de los demás. En este caso podemos considerarlo como algo normal, ya que dos
de sus hijos se formaban en el colegio carmelitano al que se destinaban los
beneficios.
Además,
ya se destacaban facetas que posteriormente llegarían a ser connaturales en él,
como la alegría, el optimismo, el trato sociable y el interés por los demás.
Sin duda que si el P. Juan Jesús recordó esas campañas de vacunación con
cariño, fue por el interés que le mostró por sus estudios y por su vocación.
¿Por qué un señor trabajador se preocupaba por su vocación y sus estudios?
Monasterio fundado en 1567 por Santa Teresa en Medina del Campo´ |
Ese
trato tan cercano y optimista le animó al joven Juan Jesús a trabajar con
ahínco para ir cogiendo las gallinas y ayudarle para que las pusiera las
vacunas con mayor facilidad y le quedó un imborrable recuerdo de aquel hombre a
quien “le gustaba vestir bien y fumar buenos puros”, pero que no escatimaba
ningún esfuerzo para hacer el bien desinteresadamente ni rebajarse a una tarea
más propia de empleados que de un señor burgués.
Y lo
que hacía en la granja de los religiosos carmelitas, lo hacía también con las
Carmelitas Descalzas de la segunda fundación de Santa Teresa en Medina del Campo,
sólo que aquí, además de montar un pequeño gallinero para consumo de la
comunidad y encargarse de su mantenimiento, cuando llegaba el momento de la
vacunación, nadie le acercaba las gallinas. Y todo lo hacía gratuita y
desinteresadamente. En este caso, su especial recompensa era visitar la casa
que fundó Santa Teresa y trabajar dentro de la huerta en que ella trabajó.
Sí
él y su familia vivían holgadamente gracias a los beneficios de su granja
agrícola, ¿por qué no hacer participes de esos beneficios a los demás?
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