sábado, 24 de noviembre de 2018

Habla Víctor. Dentro de mí entré.


Dentro de mí entraré y oraré.

Dentro de mí entraré y oraré y allí mismo a la Santísima Trinidad amaré. La gloria de Dios gustaré. En ella me gozaré. En fe y en caridad viviré. Así hallaré todo lo que deseé, que solamente Dios es.

En estas breves palabras resume las experiencias que fue teniendo en su frecuente y silencioso encuentro con la Santísima Trinidad. Nunca se sentía tan acompañado, como cuando se centraba en la Santísima Trinidad realmente presente en Él. De ahí su búsqueda de la soledad, de aprovechar la tranquilidad de la noche para que ningún ruido exterior pudiera perturbarle y distraerle y así amar y disfrutar del amor de la Santísima Trinidad.

Víctor conocía muy bien a Isabel de la Santísima Trinidad, y es más que probable que en ocasiones usara sus “Exclamaciones” para alabar y glorificar al Dios Trino en el fondo de su alma. Pero, quien le orientó y le lanzó hacia la soledad para allí encontrarse con el Dios Trino, fue su maestro San Juan de la Cruz, al que en este y otros casos tenemos que acudir para entender las palabras y experiencias de Víctor.

En fe y caridad viviré.

La primera y gran afirmación de San Juan de la Cruz, se refiere a la presencia de Dios en el alma de todos, incluso en la del mayor pecador: “Es de saber -dice- que Dios, en cualquiera alma, aunque sea la del mayor pecador del mundo, mora y asiste sustancialmente. Y esta manera de unión siempre está hecha entre Dios y las criaturas todas, en la cual las está conservando el ser que tienen; de manera que si de ellas de esta manera faltase, luego se aniquilarían y dejarían de ser” (2S 5, 3).

Como consecuencia de esta primera afirmación, saca una conclusión que nos debe llenar de alegría y esperanza a todos los creyentes: Grande contento es para el alma entender que nunca Dios falta del alma, aunque esté en pecado mortal, cuanto menos de la que está en gracia” (C 1, 8).

Por si fuera poco, en el “Cántico Espiritual”, comentando las palabras “Adónde te escondiste” con que inicia la primera canción, nos da una preciosa explicación de la presencia de Dios en el alma, que es donde debemos buscarle:

El Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma; por tanto, el alma que le ha de hallar conviene salir de todas las cosas según la afección y voluntad y entrarse en sumo recogimiento dentro de sí misma, siéndole todas las cosas como si no fuesen. Que por eso San Agustín, hablando en los Soliloquios con Dios, decía: No te hallaba, Señor de fuera, porque mal te buscaba fuera; que estabas dentro. Está, pues, Dios en el alma escondido, y ahí le ha de buscar con amor el buen contemplativo(C 1, 6).

La gloria de Dios gustaré.

Y concluye con esta exclamación: “¿Qué más quieres, ¡oh alma!, y que más buscas fuera de ti, pues dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción, tu hartura, y tu reino, que es tu Amado, a quien desea y busca tu alma? Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con Él, pues le tienes tan cerca. Ahí le desea, ahí le adora y no le vayas a buscar fuera de ti, porque te distraerás y cansarás y no le hallarás ni gozarás más cierto, ni más presto, ni más cerca que dentro de ti” (C 1, 8).                                

¡Qué bien lo entendió y lo puso en práctica Víctor!


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