miércoles, 25 de julio de 2018

Testimonios Sara

Víctor con la pequeña Sara en sus brazos.


Supongo que cuando un niño deja de serlo y abandona los infantilismos, elige de un comportamiento, un modelo de vida que debe seguir, elige a la persona a la que dice: “de mayor quiero ser como tú”. Yo, que abandoné el infantilismo hace tiempo, creo que elegí a mis abuelos maternos como ese ejemplo de vida. Cuando os miraba juntos, caminando de la mano, sentía que así es como quería estar dentro de cincuenta años, sentada en mi casa junto a la persona que durante toda una vida me ha cuidado, tal y como lo han hecho mis abuelos de forma recíproca. El amor y la educación que he recibido por parte de mis abuelos, me hace saber que son esas dos personas ejemplares que quiero seguir; mis dos padrinos, hoy se convierten en mi ejemplo.

Sara, la más pequeña, el día del ingreso de su hermana Raquel en el convento de Sabarís


Creo que la vida es costosa, tiene muchos momentos difíciles de superar, momentos en los que crees que has caído en un pozo sin fondo…Por suerte, en ella, existen personas que dedican su vida a hacértelo todo más fácil, porque te entienden, te respetan, te apoyan incondicionalmente y saben escuchar y aconsejar de un modo coherente. Mi abuelo era una de esas personas. Él entendió desde el primer momento que el valor de la vida no reside en uno mismo, sino en la entrega incondicional y absoluta a los demás, y esto se le quedó tan grabado, que recuerdo que cuando la enfermedad estaba ya algo avanzada, aún podía recordar todo el bien que hizo. Es algo que nunca dejaré de admirar, nunca he conocido a alguien tan bondadoso. Supongo que él también tuvo momentos de desesperación ante la vida, pero la serenidad y la calma con las que podía mantenerse, eran formidables. Recuerdo que se mantenía sereno incluso cuando me llevaba al colegio y yo, como un terremoto, me soltaba de su mano alegando que no caminaba tan rápido como yo quería.

Sara con su abuelo Víctor.

Supongo que por eso ahora duele tanto, porque se ha marchado una persona tan grande, que el vacío es del tamaño proporcional a su persona. Ahora todo es un poco más gris, su casa está más vacía, siento que falta él, sentado en su sillón de siempre, mirándome fijamente con ternura, intentando recordar quién era yo. Supo actuar en cada momento como debía y ejerció de muchos papeles en la vida: de padre, de abuelo, de fiel esposo, de amigo, de confidente…Y en cada uno de ellos, destacó notablemente, siempre desde la sencillez y la humildad.

Quizá todo lo que he vivido con mi abuelo lo he vivido de forma inmadura, he sido una niña mientras he estado a su lado, pero con orgullo puedo decir que mi abuelo me vio crecer. Él fue quien vio todo eso que se escondía en mi interior y quiso guiarme. Como quien pule y perfecciona un diamante. Y yo, retomando lo que decía al principio, ejerceré de ejemplo y luz para mis nietos, aunque la forma en que lo hizo mi abuelo conmigo, sea absolutamente insuperable.


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