sábado, 21 de julio de 2018

Florecillas. Víctor buen samaritano.

Samaritano atendiendo a un enfermo.


El Sr. Galindo nos transmite una preciosa anécdota de Víctor que le había escuchado a Daniel Álvarez, amigo suyo y de Víctor y adorador nocturno como ellos. Dice así:

También recuerdo. Que un amigo común, Daniel Álvarez, de la Adoración, del que también he perdido la pista, me comentó una vez que, estando hablando con Víctor, ocurrió un percance con alguien, un hombre en la calle. Debió ocurrirle algo y Víctor, inmediatamente dejó de conversar con Daniel y se lo llevó en taxi a la Paz”.

Al leer este testimonio, ¿cómo no recordar la parábola del Buen Samaritano con la que Jesús nos hace ver con claridad quién es el prójimo? ¿Y quién es el prójimo según esa parábola? ¿El que se encuentra con alguien en situación comprometida y se compadece de él, pero no le ayuda, o el que ante esa grave situación presta ayuda al desconocido, aun a costa de sacrificarse por él?

Taxi  un medio de llevar a un enfermo para ser atendido

La escena que nos ofrecen las palabras de Galindo es muy significativa: Nos presenta a Víctor conversando amigablemente con su amigo Daniel, y de repente, en su presencia sucede algún accidente. No nos dice si fue algún accidente de tráfico, ataque cardíaco o el resultado de alguna pelea. Lo importante es que Víctor es testigo de la situación de un desconocido que necesita ayuda, y sin más, rompe la conversación con el amigo, busca un taxi al que paga sin remilgos y le ingresa en el Hospital de la Paz, para salvar su vida.

Seguro que ante el percance fueron muchos los curiosos que acudieron a ver lo que sucedía, pero Víctor no se limitó a presenciar ni a lamentar lo sucedido, sino que rápidamente procedió a prestar la ayuda más eficaz. ¿Por qué lo hizo y con tanta rapidez?
Sin duda que por su amor incondicional a Dios y a todos los hombres sin distinción, porque esa es su voluntad. Lo dice claramente San Juan: “Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn 4,20).

¿Por qué ese interés del evangelista por resaltar que sólo el amor al prójimo es garantía del amor a Dios? Porque el amor a Dios es fácil de adaptar a las propias exigencias, y en su nombre se han cometido graves abusos y atacado sin piedad a los que no comulgan con sus ideas. Es decir: alardean de amar a Dios, pero no tienen reparo en atacar y despreciar al prójimo. Por eso nos recuerda el evangelista San Juan que el amor al prójimo es como el espejo en que se refleja el amor de Dios.

Taxi  un medio de llevar a un enfermo para ser atendido

No se trata de escoger entre el amor a Dios o el amor al prójimo, sino de reconocer que quien ama al hermano que ve, ama siempre a Dios a quien no ve, mientras que, por desgracia, no siempre ocurre lo contrario. El amor a Dios no es auténtico si no se traduce en amor hacia el otro, del que es necesario hacerse prójimo.

Víctor amó a Dios de todo corazón y experimentó que el amor que Dios le tenía a él, era inmensamente mayor. Y porque descubrió ese amor que Dios le tenía, se dio cuenta de que, lo mejor que podía hacer para corresponder a ese amor de Dios, era poner su vida al servicio de los demás. Y así lo hizo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario