sábado, 7 de julio de 2018

Florecillas ¡No. El Rosario No!

Retablo de Nuestra Señora del Rosario
en la Iglesia de Quintanadiez de la Vega

Al Sr. Galindo, uno de los amigos y compañeros de Víctor más comprometidos con la adoración nocturna, le gustaba también pasear con él para tratar de temas relacionados con la vida espiritual. En una de esas conversaciones le habló de la posibilidad de dejar de rezar oraciones vocales para dedicarse más a la oración contemplativa. Así lo testifica con estas palabras:

Recuerdo que yo, ya hacía años que había recibido una gracia especial.  -Hoy creo que era para llevarme Dios a más oración-, que todavía al presente no sé cómo llamar. El caso es que, sin comentar esta gracia, estaba yo hablando sobre la posibilidad de que con el tiempo se pudiera llegar a un estado en el que ya no habría que hacer oraciones vocales, y no habría, por ejemplo, quizás rezar el Rosario, (de eso no me acuerdo muy bien). Pero, a lo que voy. Oí al hermano Víctor que me decía: “No. El Rosario no hay que dejar de rezarlo nunca”. Sé que entendía lo que pasaba en mi interior y recibí la gran lección que me ha durado toda la vida”.

Muestra de Rosario


A lo largo de los siglos, han surgido movimientos dentro de la Iglesia que defienden una postura de pasividad en la vida espiritual y han tratado de llevarlo a la práctica. Curiosamente, todos esos grupos, que se han considerado superiores a los demás creyentes, e iluminados y dirigidos por el Espíritu Santo, han terminado formando sectas condenadas por la Iglesia. Todos esos movimientos coinciden en dar una importancia excesiva a la oración contemplativa y en despreciar las prácticas religiosas externas, especialmente las oraciones vocales.  

Son muy conocidos “los alumbrados” que se gloriaban de vivir bajo un influjo inmediato del Espíritu Santo, por lo que no se sometían a las autoridades eclesiásticas, despreciaban las obras exteriores y consideraban inútiles y absurdas las oraciones vocales.

Eso mismo sucedió con “los quietistas” que se dedicaban a la práctica de la que denominaban oración pasiva de pura fe y quietud, de la que esperaban la iluminación directa de Dios y menospreciaban las oraciones vocales, en concreto el rosario.


Nuestra Señora de Fátima con el Rosario


Víctor dedicaba, como sabemos, varias horas diarias a la meditación y contemplación, pero jamás dejó de rezar el rosario. Aprendió a rezarlo en el hogar todos los días y no dejó de hacerlo en su vida. ¿Podía comportase de otra forma quien desde su infancia tantos favores había recibido de Ella?

Así es que, al hablarle su amigo de la posibilidad de dejar las devociones que venía haciendo, para dedicarse más a la meditación, le escuchó pacientemente hasta que mencionó el Rosario. Ahí mismo le interrumpió y zanjó la cuestión con estas contundentes palabras: No. El Rosario no hay que dejar de rezarlo nunca.

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