Este
testimonio de Laura, como el de los demás nietos que iremos mencionando,
aparece en el folleto homenaje que prepararon a la abuela Asunción en su primer
cumpleaños celebrado pocos meses después de la muerte de Víctor. De ahí su
espontaneidad, impregnada de cariño y admiración por el abuelo.
Todos
sabemos que el abuelo siempre ha centrado su vida en torno a tres valores: La
familia, Dios y el amor. Lo que me parece muy significativo, es cómo esos
valores eran en él tan fuertes que han sobrevivido a una enfermedad que se fue
consumiendo su memoria, su capacidad para expresarse, razonar, entender... pero
dejó intacto su espíritu.
En
los últimos meses ya no recordaba las palabras más sencillas, cómo se llamaban
sus hijos, cómo decir “tengo hambre”. “tengo frío”, “quiero ir al baño” o
“quiero ir a misa”. Casi no hablaba, pero sus pocas palabras eran muy
elocuentes.
Víctor con sus cuatro nietas más pequeñas. Laura es la primera de la izquierda |
En
una de nuestras últimas visitas, cuando vio a mi padre, se le quedó mirando y
le dijo con mucha alegría: “Tú eres como yo”. Probablemente si hubiera tenido
capacidad para expresar mejor lo que estaba pensando, o más bien sintiendo,
habría dicho: “Te reconozco, eres familia, eres importante para mí y me alegra
que hayas venido a vernos”.
Es
mismo día, se pasó la tarde en silencio meditativo y cuando te acercaste
cariñosa (se refiere a la abuela) a preguntarle: ¿En qué piensas? Él
contestó: “Para Dios”. Eso me hizo pensar que, hasta el último
momento dedicaba esos largos silencios, sentado, mirando al suelo, a rezar, de
la manera en que su estado se lo permitiera y, aunque sus pensamientos, y sus
palabras eran muy limitados, giraban siempre en torno a lo que para él fue lo
esencial en la vida.
El
recuerdo que personalmente más me emociona, ocurrió en una de nuestras últimas
visitas. Estábamos todos en la mesa comiendo y hubo un momento de silencio en
el que me miró como si de repente me hubiera reconocido y me intentaba decir
algo, pero no le salían las palabras. Alzó la voz y dijo firmemente: “Te
quiero mucho”. Se hizo uno de esos silencios que se producen cuando todos
nos damos cuenta de que acabamos de presenciar algo especial. Guardo este
recuerdo como un regalo precioso.
Los
valores del abuelo, sus enseñanzas, su amor por la familia, no sólo
sobrevivieron a su enfermedad, sino que permanecen en nosotros. ¡No es casual
que, después de tres generaciones, su primer biznieto lleve su nombre!
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