Raquel con sus abuelos el día de su ingreso en las carmelitas. |
El
22 de noviembre de 2001 escribía a su nieta Raquel desde Velillas del Duque. Se
trata de una carta, como todas las dirigidas a sus nietos, impregnada de cariño,
de noticias familiares y de aliento para que se comporten como buenos creyentes,
y en este caso con más motivo, pues su nieta Raquel, ya había profesado como
carmelita descalza en Sabarís, de lo que sentía muy orgulloso.
En
la carta comienza hablando de la satisfacción que siente al verla tan alegre y
feliz en el Carmelo, la anima a crecer día a día en el amor a Dios y a las
hermanas de comunidad, la da noticias de la familia, especialmente de sus dos
hermanas más pequeñas Rebeca y Sara, y sobre todo, la hace un vivo relato del
frío que está pasando durante el crudo invierno, especialmente cuando tiene que
desplazarse hasta Quintanilla para participar en la Eucaristía en pleno
invierno, que si además hace viento y ventisca, la sensación de frío, es casi
insoportable, etc.
Pero
en medio de tantas noticias y consejos le hace una petición muy especial
relacionada con su vista. Para esa fecha está retirado por enfermedad, ya
siente los primeros síntomas de alzheimer y nota que muchas de sus facultades
van disminuyendo, entre las que se encuentra la vista. De ahí su petición:
“Cuando
nos escribas, si puedes nos haces las letras un poco mayores. Los abuelos ven
mal, aunque sea con gafas."
No
conocemos ninguna de las cartas dirigidas por Raquel a sus abuelos, y si la
letra era pequeña o más bien así le parecía a Víctor cuando la vista ya se le
iba deteriorando por la edad y los achaques, pero si nos consta que para esas
fechas Raquel ya estaba de religiosa carmelita descalza en Sabarís, por lo que
es muy posible que hubiera aprendido y asumido una costumbre bastante común
entre muchas carmelitas descalzas, de escribir con letra muy pequeña y en papel
de escasa calidad, como expresión de pobreza. A veces la práctica de la pobreza
la llevaban al extremo de dar la vuelta a los sobres que recibían para poder
usarlos de nuevo.
En
esto se parecían muy poco a su fundadora Santa Teresa, que, a pesar de ser pobre
y vivir pobre de verdad, cuando escribía cartas, lo hacía con letras grandes e
inteligibles, e incluso dejaba amplios espacios laterales, como muestra de
respeto y valoración de los destinatarios.
Sea
lo que fuera, ahí queda la súplica de Víctor de que le escriba con letras más
grandes, prueba del deterioro de su vista, pero también y sobre todo, prueba evidente
de la alegría que recibía con las cartas de su nieta, por lo que deseaba poder
leerlas rápido y sin tropiezos o dudas.
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