sábado, 7 de abril de 2018

Florecillas, ¿Cuándo termina ese libro tan pequeño?

Autobuses antiguos como los que usaba Víctor


Para entender esta florecilla, tenemos que remontarnos al transporte madrileño de los años sesenta, más avanzado que el de otras ciudades, pero muy diferente al de hoy día tan rápido y cómodo, pero totalmente deshumanizado.

Por aquellas fechas, los autobuses eran mucho más lentos y molestos, pero tenían la ventaja de que en ellos se compartía, se creaba un ambiente familiar, por lo que son muchos los que añoran aquellos tiempos.

Todo el que llegaba saludaba a los que ya estaban en el autobús y les deseaba muy buenos días. Casi todos se conocían y muchos terminaban estableciendo vínculos de amistad.

Cobrador con su rudimentaria máquina expendiendo billetes

Uno de los personajes de esos autobuses era el cobrador, distinto del conductor. Era el encargado de cobrar y de indicar al conductor cuando debía iniciar la marcha y cuando parar. Generalmente se trataba de una persona de muy poca formación y en la mayoría de los casos, de algún joven venido de los pueblos a la Capital en busca de trabajo.  Dada su sencillez, los pasajeros solían dirigirse a él con confianza y hasta bromeaban con él. Era el que mejor conocía a los pasajeros habituales.

Como su función, además de cobrador era la de procurarles asiento y velar por su comodidad, se pasaba el trayecto observando a los viajeros y conocía las costumbres de cada uno. Sabía a quien le gustaba leer el periódico, a quien dormitar de madrugada, a quienes mantener una agradable conversación, a quienes discutir, etc.

Pronto se dio cuenta de que a uno de esos pasajeros habituales, le gustaba sentarse hacia el final del autobús y que se pasaba todo el trayecto leyendo un libro muy pequeño. Se trataba del Oficio Parvo de la Virgen” que para los carmelitas descalzos seglares era obligatorio su rezo todos los sábados, día dedicado a la Virgen, pero que Víctor rezaba todos los días. Más adelante cambió el “Oficio parvo” por el “Diurnal de la liturgia de las horas en que hay plegarias diferenciadas para “Laudes”, “Vísperas” y “Completas”  para cada día de la semana. A la hora en que Víctor viajaba, correspondía el rezo de “Laudes”.

Portada de un "Oficio Parvo" como el que usaba Víctor

Al sencillo, pero observador cobrador, pronto le llamó la atención que Víctor un día tras otro, se sentase, abriese un libro muy pequeño, siempre el mismo, y con él se pasase la mayor parte del trayecto. ¡Cómo podía tardar tantos días para acabar de leer un libro tan pequeño, si él, a pesar de no ser muy culto, no tardaría ni dos días!

Después de mucho discurrir y no encontrar respuesta, no pudiendo ya aguantar la curiosidad y seguro de que Víctor no se iba a molestar por la pregunta, pues conocía que era una persona comprensiva y cordial, se acercó y le dijo: Oiga, Señor: ¿Cuándo va a terminar de leer ese libro tan pequeño?


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