Parroquia de San Clemente Romano a la que Víctor acudía a orar |
Pregunta:
Dice Víctor en los escritos suyos que dejó al morir, que muy de madrugada se
iba a la iglesia a orar y que allí se pasaba el resto de la noche. ¿Estaba
usted enterada de ello?
Respuesta:
Me consta que iba todas las noches a hacer oración a la iglesia hasta que
su director espiritual le aconsejó que no lo hiciera por lo peligroso que era
caminar de noche por Madrid. A partir de entonces, seguía pasando las noches en
oración, sólo que, en lugar de hacerlo en la iglesia, lo hacía en casa. En
cuanto al tiempo que pasaba en oración en la Iglesia, lo mismo durante el día
que durante la noche, ordinariamente lo pasaba de rodillas. Tal es así, que
llegaron a salirle callos en las rodillas.
Pregunta:
¿Le vio llorando alguna vez a Víctor, y cuál era la causa?
Respuesta:
Le vi llorando muchas veces, pues lloraba muchas veces los últimos años
de su vida. Yo le preguntaba por qué lloraba y me respondía: No lo sé. Otras
veces, al preguntarle por qué lloraba, cambiaba las lágrimas por una sonrisa.
Lloraba sobre todo después de comulgar. Cuando volvía de comulgar volvía
frecuentemente llorando, pero su llanto no era un llanto doloroso, sino un
llanto lleno de paz.
Pregunta:
¿Cuál fue la causa de trasladarse a vivir de Madrid a Velillas del Duque?
Respuesta:
El dejar Madrid para ir a vivir a Velillas, fue debido a que, nuestro
hijo, que hacía de portero en la casa en que vivíamos, dejó de trabajar como
portero y antes de alquilar casa en Madrid, decidimos ir a Velillas del Duque,
donde teníamos casa propia que yo había heredado de mis padres. Por supuesto
que buscábamos también llevar una vida más tranquila y un ambiente menos
contaminado, física y espiritualmente, como el de Madrid.
Pregunta:
Begoña dice de su padre Víctor que veía a Jesús en los pobres y que su gran
deseo era que comieran en su casa y sentarlos con él a su mesa. ¿Recuerda algún
hecho de su vida especialmente significativo sobre cómo trataba a los pobres?
Respuesta:
Aparte de que no podía ver ningún pobre que no le socorriera, recuerdo
que en una ocasión llegó a casa un pobre y hablando con él le dijo: ¿Pasará
usted mucho frío? El pobre le dijo: “Mucho, mucho frío pasamos pidiendo por las
calles”. Entonces él, sin mediar más palabras, fue al armario, cogió el abrigo
que tenía casi recién estrenado, y se lo dio. Él, que era muy friolero, se
desprendió sin más del abrigo para dárselo al pobre. En otra ocasión fue a
pedir a su casa una mujer y le preguntó si tenía comida para comer aquel día.
Ella le dijo que no. Entonces me dijo a mí: “Anda, prepárala comida y se la das”,
como así lo hice con todo gusto. Esto por poner algunos ejemplos. Lo cierto es
que no podía ver a un pobre que le pidiera o que viera pidiendo limosna que
dejara de socorrerles con todo amor, por amor a los pobres y por amor a Jesús,
a quien veía en los pobres.
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