Raúl Porras con su esposa Patricia, sus hijos y Begoña |
Begoña,
hija de Víctor, durante los años que vivió en México como misionera, entabló
amistad con Raúl y su esposa Patricia que caminaba en silla de ruedas,
situación que no aceptaban con resignación cristiana. Cuando Begoña les
comunicó que su padre estaba enfermo de gravedad, se pusieron a orar por su
salud, y como respuesta, Víctor les consiguió del Señor la gracia de aceptar
que Patricia estuviera en silla de ruedas. Veamos como lo describe Raúl en su
correspondencia con el P. José Francisco.
P.
José Francisco Rodríguez:
Motivado
por la causa para beatificar a D. Víctor Rodríguez Martínez, padre de nuestra
querida hermana Begoña, me dirijo a usted para compartir mi experiencia. En
casa sabíamos de su vejez y su enfermedad, luego hace más de un año nos
enteramos que su situación había empeorado, estando tan lejos de él y su
familia utilizamos este gran recurso que tenemos las familias católicas de la
oración, pedir por su salud y su bienestar formó así parte de nuestra plegarias
cotidianas, como si le conociéramos de facto y continuamos así hasta enterarnos
de su deceso.
Respetuosamente
le comparto que soy jefe de hogar, de mí dependen esposa y tres hijos. Dada la
cantidad de problemas y limitaciones que hemos afrontado, lo mío ha sido una
especie de apostolado nada voluntario, había padecido una vivencia para alguno
comparable a la de Job, sin trabajo justo y estable desde hace mucho tiempo, he
tenido que compartir mi fe, salud y energía con ellos, carencias, enfermedad y
discapacidad han sido lugar común entre nosotros, difícil describirlos en una
sola carta. A veces me tenía a disgusto, alejado del Señor, estando inconforme,
enojado, siempre triste y por momentos incapaz.
Pero
entrándome yo en oración por nuestro hermano Víctor, sentí su santidad, me di
cuenta de ello, así lo comenté a su hija Begoña por correo. Orando entendí que
mi pesar e incertidumbre no eran únicos, sino compartidos por otros que como él
mismo llevamos una carga pesada. Somos especiales, porque tal condición
obliga a tener cerca a Dios, a través del dolor de los nuestros y de nosotros
mismos. ¿Por qué mediante dolor y pobreza? No lo sé y no lo entiendo, pero
comprendí que personas como Víctor son el medio que tiene el Señor para aliviar
un poco estas condiciones, porque nos enseñan la fortaleza de la fe de nuestro
Señor Jesucristo y de su divino sacrificio.
Teniéndolo como testimonio de
santidad encontré una paz que jamás había tenido, es una tranquilidad con la
que aprendí de pronto a abandonarme realmente a Dios. ¿Me
hice irresponsable? No dudo, y esté seguro, padre, que Dios a quien no se le va
una, habría sido el primero en recriminar mi incuria; aun desconociendo la
intención de beneficiarlo yo me había dado cuenta de la mejoría espiritual de
toda mi familia y desde luego de mí mismo, así que lo sigo teniendo presente
como si viviese aún.
Tal
es el motivo que me acerca ahora a usted, le solicito informarme si esta
experiencia en la que hay mayores elementos, puede testimoniar para su
beatificación y de que manera debo presentarla, también la forma de hacer
aportación económica a su causa.
Raúl
Porras
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