miércoles, 24 de enero de 2018

Gracias y favores Raúl Porras (I)

Raúl Porras con su esposa Patricia, sus hijos y Begoña
  

Begoña, hija de Víctor, durante los años que vivió en México como misionera, entabló amistad con Raúl y su esposa Patricia que caminaba en silla de ruedas, situación que no aceptaban con resignación cristiana. Cuando Begoña les comunicó que su padre estaba enfermo de gravedad, se pusieron a orar por su salud, y como respuesta, Víctor les consiguió del Señor la gracia de aceptar que Patricia estuviera en silla de ruedas. Veamos como lo describe Raúl en su correspondencia con el P. José Francisco.

P. José Francisco Rodríguez:

Motivado por la causa para beatificar a D. Víctor Rodríguez Martínez, padre de nuestra querida hermana Begoña, me dirijo a usted para compartir mi experiencia. En casa sabíamos de su vejez y su enfermedad, luego hace más de un año nos enteramos que su situación había empeorado, estando tan lejos de él y su familia utilizamos este gran recurso que tenemos las familias católicas de la oración, pedir por su salud y su bienestar formó así parte de nuestra plegarias cotidianas, como si le conociéramos de facto y continuamos así hasta enterarnos de su deceso.

Respetuosamente le comparto que soy jefe de hogar, de mí dependen esposa y tres hijos. Dada la cantidad de problemas y limitaciones que hemos afrontado, lo mío ha sido una especie de apostolado nada voluntario, había padecido una vivencia para alguno comparable a la de Job, sin trabajo justo y estable desde hace mucho tiempo, he tenido que compartir mi fe, salud y energía con ellos, carencias, enfermedad y discapacidad han sido lugar común entre nosotros, difícil describirlos en una sola carta. A veces me tenía a disgusto, alejado del Señor, estando inconforme, enojado, siempre triste y por momentos incapaz.

Pero entrándome yo en oración por nuestro hermano Víctor, sentí su santidad, me di cuenta de ello, así lo comenté a su hija Begoña por correo. Orando entendí que mi pesar e incertidumbre no eran únicos, sino compartidos por otros que como él mismo llevamos una carga pesada. Somos especiales, porque tal condición obliga a tener cerca a Dios, a través del dolor de los nuestros y de nosotros mismos. ¿Por qué mediante dolor y pobreza? No lo sé y no lo entiendo, pero comprendí que personas como Víctor son el medio que tiene el Señor para aliviar un poco estas condiciones, porque nos enseñan la fortaleza de la fe de nuestro Señor Jesucristo y de su divino sacrificio.

Teniéndolo como testimonio de santidad encontré una paz que jamás había tenido, es una tranquilidad con la que aprendí de pronto a abandonarme realmente a Dios. ¿Me hice irresponsable? No dudo, y esté seguro, padre, que Dios a quien no se le va una, habría sido el primero en recriminar mi incuria; aun desconociendo la intención de beneficiarlo yo me había dado cuenta de la mejoría espiritual de toda mi familia y desde luego de mí mismo, así que lo sigo teniendo presente como si viviese aún.

Tal es el motivo que me acerca ahora a usted, le solicito informarme si esta experiencia en la que hay mayores elementos, puede testimoniar para su beatificación y de que manera debo presentarla, también la forma de hacer aportación económica a su causa.


Raúl Porras

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